Dhampiro Daily I
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Dhampiro Daily I
Hola! Esta novela que he escrito alrededor de 1 año la tengo colgada en otro foro, ahora me animo a colgarla aquí ^^. Está algo mal escrita al principio, pero irá mejorando, actualmente estoy con la segunda parte de esta novela.
Introducción:
¿Por qué era tan desgraciado? ¿Por qué habían elegido mi vida por mi? Esas preguntas venían a mi cabeza continuamente. Yo era ese ser, la criatura que tanto detestaba, porque al fin y al cabo... ¿Hay mucha diferencia entre un vampiro y un dhampyr? No, yo creo que no. Además siempre me olía a ellos, los olía a cada momento, en cada esquina... Ya no tengo sentimientos, no siento nada, estoy vacío... 236 años así ya es mucha vida, una vida sin ninguna experiencia humana. Quizás necesite un poco de amor, algo que no puedo sentir con total seguridad. El perfume de los humanos llega a mis fosas nasales produciéndome sed, ansias del líquido carmín que yo más quiero... Resistirme es como intentar dejar una droga...
-Capitulo 1-
Con la mente en blanco casi se me había olvidado que caminaba. Había torcido a la derecha involuntariamente. Recogí unos pocos pelos de mi flequillo y me los coloqué detrás de la oreja. La estrellas centelleaban en el cielo azul marino. Llegué al pequeño embarcadero y observé las olas pelando contra las rocas. Caminé por los tablones llenos de musgo. Me acurruqué en unas rocas que olían a pescado y apreté los dientes. Tenía que aguantar sin beber. Entonces escuché unas pisadas. Levanté la cabeza con un ojo abierto y otro cerrado. Una joven caminaba hacía las escalerillas occidadas -¡Ah!-
Gritó al percatarse de mi presencia. Se llevó una mano al pecho
-Uff... que susto me ha dado-
Admitió sonriendo
-Lo siento- Me disculpé
-¿Qué hace ahí?- Inquirió
-Suelo venir frente al mar para olvidar los malos recuerdos- Le expliqué. Se apoyó en la roca donde estaba y cerró los ojos suspirando
-Si... es relajador- Afirmó. La brisa movía sus cabellos hacía todas direcciones
-¿Y usted? ¿A qué viene aquí?- Pregunté poco interesado
-Pues vengo para darme un baño- Dijo abriendo los ojos y clavan dolos en los míos. Asentí contrariado
-¿Y no se asusta? ¿No es peligrosa la corriente?- Inquirí. Sacudió la cabeza
-¿Cuál es tu nombre?- Continué
-Elisabeth, pero puedes llamarme Eli- Repuso la chica. Se levantó y se desabrocho los botos de la chaqueta
-Agradecería que no miraras- Me suplicó. Asentí y metí la cabeza bajo el brazo desviando la vista de la bonita silueta de Elisabeth. Escuché un chapoteo.
Introducción:
¿Por qué era tan desgraciado? ¿Por qué habían elegido mi vida por mi? Esas preguntas venían a mi cabeza continuamente. Yo era ese ser, la criatura que tanto detestaba, porque al fin y al cabo... ¿Hay mucha diferencia entre un vampiro y un dhampyr? No, yo creo que no. Además siempre me olía a ellos, los olía a cada momento, en cada esquina... Ya no tengo sentimientos, no siento nada, estoy vacío... 236 años así ya es mucha vida, una vida sin ninguna experiencia humana. Quizás necesite un poco de amor, algo que no puedo sentir con total seguridad. El perfume de los humanos llega a mis fosas nasales produciéndome sed, ansias del líquido carmín que yo más quiero... Resistirme es como intentar dejar una droga...
-Capitulo 1-
Con la mente en blanco casi se me había olvidado que caminaba. Había torcido a la derecha involuntariamente. Recogí unos pocos pelos de mi flequillo y me los coloqué detrás de la oreja. La estrellas centelleaban en el cielo azul marino. Llegué al pequeño embarcadero y observé las olas pelando contra las rocas. Caminé por los tablones llenos de musgo. Me acurruqué en unas rocas que olían a pescado y apreté los dientes. Tenía que aguantar sin beber. Entonces escuché unas pisadas. Levanté la cabeza con un ojo abierto y otro cerrado. Una joven caminaba hacía las escalerillas occidadas -¡Ah!-
Gritó al percatarse de mi presencia. Se llevó una mano al pecho
-Uff... que susto me ha dado-
Admitió sonriendo
-Lo siento- Me disculpé
-¿Qué hace ahí?- Inquirió
-Suelo venir frente al mar para olvidar los malos recuerdos- Le expliqué. Se apoyó en la roca donde estaba y cerró los ojos suspirando
-Si... es relajador- Afirmó. La brisa movía sus cabellos hacía todas direcciones
-¿Y usted? ¿A qué viene aquí?- Pregunté poco interesado
-Pues vengo para darme un baño- Dijo abriendo los ojos y clavan dolos en los míos. Asentí contrariado
-¿Y no se asusta? ¿No es peligrosa la corriente?- Inquirí. Sacudió la cabeza
-¿Cuál es tu nombre?- Continué
-Elisabeth, pero puedes llamarme Eli- Repuso la chica. Se levantó y se desabrocho los botos de la chaqueta
-Agradecería que no miraras- Me suplicó. Asentí y metí la cabeza bajo el brazo desviando la vista de la bonita silueta de Elisabeth. Escuché un chapoteo.
Re: Dhampiro Daily I
-¿Puedo abrir los ojos?- Pregunté
-Si- Dijo Eli. Abrí los ojos lentamente. Giré el cuerpo y me quedé embobado mirando el frágil cuerpo bañado por la luna de Elisabeth. Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me hizo temblar de pies a cabeza. Apreté los ojos con fuerza. Mi mente no actuaba ahora, al menos no una de ellas. Entreabrí los ojos ahora negros, los ojos que no eran míos. Me levanté lentamente del suelo y caminé con soltura hasta la escalera
-Mátala... No sufras... Usa tus instintos...- Decía un voz dentro de mi cabeza. Di un paso hacía delante
-Vamos... ¿Acaso no es una buena experiencia matar? Solo será una vez... ¡Hazlo!- Ordenó la voz. Escuché una risa forzada y maliciosa. Abrí la boca y mostré mis colmillos de un blanco inmaculado, que brillaron a la tenue luz de la luna. Me preparé para la zambullida. Pero algo me impidió hacerlo, mi corazón palpito a velocidades de vértigo y el color volvió a mis ojos. Volví a ser yo mismo y atrás quedó la sombra del vampiro malo
-¿Ocurre algo?- Preguntó Elisabeth con un hilo de voz. Negué con la cabeza. Suspiré y me senté en la piedra mirando a Elisabeth. Apreté fuertemente los labios para tenerlos bien sellados e intenté no respirar para no percibir el aroma de la chica
-¿Y cuántos años dice que tiene?- Inquirió. Me miró fijamente a los ojos, creo que buscando otro cambio inusual
-18- Mentí, pues en realidad tenía 236. Asintió levantando las cejas
-Yo 16- Me confió con una sonrisa en el rostro. La corriente era cada vez más fuerte, la olas más grandes y el reflejo del cielo era borroso. Caminé de un lado a otro, de vez en cuando echando una ojeada al mar para asegurarme de que mi nueva "amiga" no había desaparecido bajo las aguas. Escuchaba el chocar de las olas. Me acomodé de nuevo en la piedra con los pies apoyados en esta. Silbé una alegre melodía marinera que había aprendido hacía 120 años en un barco donde era timonel. Hacía tiempo que había un incómodo silencio que me gustaría romper. Me acerqué de nuevo pero algo captó la atención de mis ojos ¿Y elisabeth?
-¡A-Aquí!...- Balbuceó un voz. Busqué con la mirada el cuerpo de Eli. Y lo encontré. La corriente la arrastraba hasta las rocas del acantilado. Me quité la camisa y los zapatos. Me zambullí y nadé usando mi fuerza natural hacía Elisabeth. Mis ojos vieron como se hundía. Nadé tan rápido que mi silueta era apenas visible. Metí el cuerpo entero bajo en agua y miré en todas direcciones. Buceé hasta su cuerpo sin dificultad y lo llevé rápidamente a la superficie. La corriente eran cosquillas para mi
-¡Eli! Vamos Elisabeth...- Supliqué. Su cabeza descansaba en mi brazo con el que la mantenía bien sujeta. Le dí unas palmaditas en la espalda semidesnuda. La conduje hasta las escaleras de metal y la cargué hasta arriba. La tendí en la piedra. Le tomé el pulso, la respiración... todavía vivía. Intenté reanimarla varias veces pero fue inútil. Tendría que hacerle el boca a boca. Bajé lentamente la cabeza hasta quedar a escasos centímetros de su rostro. Posé mis labios sobre los suyos con inseguridad. Era la primera vez que hacía esto en toda mi existencia. Mantuve los ojos abiertos. Los cerré momentáneamente. Elisabeth los abrió poco a poco a la vez que yo. Se quedó mirando perpleja la escena
-¡Ah!- Gritó separándose de mi
-Sabía que esto ocurriría- Murmuré con las manos en la frente
-¿Pero que hacías guarro agresor?- Bramó. En sus ojos había fuego
-¡Solo intentaba reanimarte por tu tontería del bañito en el mar!- Me enfadé yo también. La mueca de asco desapareció de su cara. La mire fijamente. Ella apartó nuestras miradas
-Lo siento...- Se disculpó. Pero a mi no me bastaba con una disculpa
-¡Pues piensa bien lo que dices!- Me levanté y caminé dando zancadas lejos de allí. Cuando pasé a su lado me agarró de la rodilla
-¿Te...Te volveré a ver?- Inquirió, con la mirada mirando al mar. Me sorprendió un poco la pregunta pero debía mantenerme firme, además mi rabia se acumulaba y cada vez tenía más sed
-No lo se- Sentencié secamente. Aparté su mano de mi rodilla y continué caminando...
-Si- Dijo Eli. Abrí los ojos lentamente. Giré el cuerpo y me quedé embobado mirando el frágil cuerpo bañado por la luna de Elisabeth. Entonces un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me hizo temblar de pies a cabeza. Apreté los ojos con fuerza. Mi mente no actuaba ahora, al menos no una de ellas. Entreabrí los ojos ahora negros, los ojos que no eran míos. Me levanté lentamente del suelo y caminé con soltura hasta la escalera
-Mátala... No sufras... Usa tus instintos...- Decía un voz dentro de mi cabeza. Di un paso hacía delante
-Vamos... ¿Acaso no es una buena experiencia matar? Solo será una vez... ¡Hazlo!- Ordenó la voz. Escuché una risa forzada y maliciosa. Abrí la boca y mostré mis colmillos de un blanco inmaculado, que brillaron a la tenue luz de la luna. Me preparé para la zambullida. Pero algo me impidió hacerlo, mi corazón palpito a velocidades de vértigo y el color volvió a mis ojos. Volví a ser yo mismo y atrás quedó la sombra del vampiro malo
-¿Ocurre algo?- Preguntó Elisabeth con un hilo de voz. Negué con la cabeza. Suspiré y me senté en la piedra mirando a Elisabeth. Apreté fuertemente los labios para tenerlos bien sellados e intenté no respirar para no percibir el aroma de la chica
-¿Y cuántos años dice que tiene?- Inquirió. Me miró fijamente a los ojos, creo que buscando otro cambio inusual
-18- Mentí, pues en realidad tenía 236. Asintió levantando las cejas
-Yo 16- Me confió con una sonrisa en el rostro. La corriente era cada vez más fuerte, la olas más grandes y el reflejo del cielo era borroso. Caminé de un lado a otro, de vez en cuando echando una ojeada al mar para asegurarme de que mi nueva "amiga" no había desaparecido bajo las aguas. Escuchaba el chocar de las olas. Me acomodé de nuevo en la piedra con los pies apoyados en esta. Silbé una alegre melodía marinera que había aprendido hacía 120 años en un barco donde era timonel. Hacía tiempo que había un incómodo silencio que me gustaría romper. Me acerqué de nuevo pero algo captó la atención de mis ojos ¿Y elisabeth?
-¡A-Aquí!...- Balbuceó un voz. Busqué con la mirada el cuerpo de Eli. Y lo encontré. La corriente la arrastraba hasta las rocas del acantilado. Me quité la camisa y los zapatos. Me zambullí y nadé usando mi fuerza natural hacía Elisabeth. Mis ojos vieron como se hundía. Nadé tan rápido que mi silueta era apenas visible. Metí el cuerpo entero bajo en agua y miré en todas direcciones. Buceé hasta su cuerpo sin dificultad y lo llevé rápidamente a la superficie. La corriente eran cosquillas para mi
-¡Eli! Vamos Elisabeth...- Supliqué. Su cabeza descansaba en mi brazo con el que la mantenía bien sujeta. Le dí unas palmaditas en la espalda semidesnuda. La conduje hasta las escaleras de metal y la cargué hasta arriba. La tendí en la piedra. Le tomé el pulso, la respiración... todavía vivía. Intenté reanimarla varias veces pero fue inútil. Tendría que hacerle el boca a boca. Bajé lentamente la cabeza hasta quedar a escasos centímetros de su rostro. Posé mis labios sobre los suyos con inseguridad. Era la primera vez que hacía esto en toda mi existencia. Mantuve los ojos abiertos. Los cerré momentáneamente. Elisabeth los abrió poco a poco a la vez que yo. Se quedó mirando perpleja la escena
-¡Ah!- Gritó separándose de mi
-Sabía que esto ocurriría- Murmuré con las manos en la frente
-¿Pero que hacías guarro agresor?- Bramó. En sus ojos había fuego
-¡Solo intentaba reanimarte por tu tontería del bañito en el mar!- Me enfadé yo también. La mueca de asco desapareció de su cara. La mire fijamente. Ella apartó nuestras miradas
-Lo siento...- Se disculpó. Pero a mi no me bastaba con una disculpa
-¡Pues piensa bien lo que dices!- Me levanté y caminé dando zancadas lejos de allí. Cuando pasé a su lado me agarró de la rodilla
-¿Te...Te volveré a ver?- Inquirió, con la mirada mirando al mar. Me sorprendió un poco la pregunta pero debía mantenerme firme, además mi rabia se acumulaba y cada vez tenía más sed
-No lo se- Sentencié secamente. Aparté su mano de mi rodilla y continué caminando...
Re: Dhampiro Daily I
La noche estaba muy entrada. Ya comenzaban a verse los primeros rayos de sol. Mi cuerpo ardía por dentro de el hambre que tenía. Me alejé de la ciudad y me sumergí en un profundo y frondoso bosque. Salí corriendo hasta desaparecer. Unas hojas temblaron a causa de el aire que producía mi incansable cuerpo. Frené bruscamente y derrapé varios metros. Apoyé las manos en el suelo y me incorporé de un salto. Ya estaba lo suficientemente lejos. Cerré los ojos
Narrador vampiro:
Olisqueé el aire levantando un poco la cabeza. Abrí la boca mostrando mis perfectos colmillos listos para introducirse en la piel de alguien. Sabía que por aquí acampaban muchos excursionistas y además no llamaría tanto la atención. Siseé y me reí maliciosamente. Que bueno era ser una máquina para matar, que sensación tan excitante. En mi estado de vampiro para mi el mundo era distinto. Ahora era un don y no una maldición ser lo que era. Mi aspecto había cambiado. Siempre era muy guapo pero en transformación lo era al extremo. Además me hacía todavía más fuerte y mis sentidos se volvían más agudos. Para mi el mundo era mi juguete. Pasé la lengua por mis labios y caminé muy sigilosamente. Había percibido algo. Poco a poco la deslumbrante luz de un fuego apareció entre la maleza. Me agaché un poco y pensé en mi situación. Parecía que todos andaban dormidos. Me fui acercando. Cuando ya casi estaba en el claro, una silueta apareció tras los árboles
-Uff... Que mierda los grillos estos- Dijo mirando de un lado a otro. Sonreí. Hay estaba mi presa y parecía jugosa. Un muchacho joven y fuerte. Ladeé lo que me pareció una tienda de campaña y me situé tras un piedra más alta que yo por donde veía al joven
-Esto va a apagarse- Murmuró. Se agachó y contempló el fuego. Se dirigió hacía mi sin percatarse de que lo vigilaba. Fue metiéndose entre los matorrales recogiendo yesca. Ahora era el momento. Un poco alejados del campamento aproveché que estaba de espaldas. Levanté mis manos. Unas uñas brotaron de mis dedos
-Comienza el juego- Dije para mi adentros. Me agaché y salté sobre el chico
-¡AAAH!- Bramó. Clavé mis uñas sobre su piel haciéndolo sufrir todavía más. Mostré mis blancos colmillos ahora afiladisimos. Bajé suavemente la cabeza
-Adiós- Le susurré al oído. Hinqué mis dientes en la carne. El sabor de la sangre caliente era reconfortante. Sentía su tacto en mi dentadura. Su fluidez era impresionante. Ya me había olvidado lo bien que sabía. Retiré delicadamente mis caninos. Las sangre resbalaba por las comisuras de mi boca. Alguna Gota cayó en la piel del cadáver. Me relamí
-Ahora que hago contigo...- Pensé lleno de maldad. Cogí de los brazos al joven y lo arrastré hasta el calvero. Sus miembros se caían a los lados constantemente. Dejé el cuerpo detrás de la roca donde anteriormente me había escondido. Cogí una estaca que afilé rápidamente. La clavé en el centro junto con la hoguera. Cogí unas enredaderas muy resistentes de un pino y até al chico en ellas, clavado en la estaca y con los pies lamiendo el fuego. Desgarré su camiseta. Clavé las uñas en su pecho y comencé a escribir
-Vosotros seréis los próximos-
-Qué pena que no creo que vaya a poder ser...- Dije apenado. Sonreí con malicia
-O quizás si- Me animé. Salí corriendo de nuevo...
Narrador vampiro:
Olisqueé el aire levantando un poco la cabeza. Abrí la boca mostrando mis perfectos colmillos listos para introducirse en la piel de alguien. Sabía que por aquí acampaban muchos excursionistas y además no llamaría tanto la atención. Siseé y me reí maliciosamente. Que bueno era ser una máquina para matar, que sensación tan excitante. En mi estado de vampiro para mi el mundo era distinto. Ahora era un don y no una maldición ser lo que era. Mi aspecto había cambiado. Siempre era muy guapo pero en transformación lo era al extremo. Además me hacía todavía más fuerte y mis sentidos se volvían más agudos. Para mi el mundo era mi juguete. Pasé la lengua por mis labios y caminé muy sigilosamente. Había percibido algo. Poco a poco la deslumbrante luz de un fuego apareció entre la maleza. Me agaché un poco y pensé en mi situación. Parecía que todos andaban dormidos. Me fui acercando. Cuando ya casi estaba en el claro, una silueta apareció tras los árboles
-Uff... Que mierda los grillos estos- Dijo mirando de un lado a otro. Sonreí. Hay estaba mi presa y parecía jugosa. Un muchacho joven y fuerte. Ladeé lo que me pareció una tienda de campaña y me situé tras un piedra más alta que yo por donde veía al joven
-Esto va a apagarse- Murmuró. Se agachó y contempló el fuego. Se dirigió hacía mi sin percatarse de que lo vigilaba. Fue metiéndose entre los matorrales recogiendo yesca. Ahora era el momento. Un poco alejados del campamento aproveché que estaba de espaldas. Levanté mis manos. Unas uñas brotaron de mis dedos
-Comienza el juego- Dije para mi adentros. Me agaché y salté sobre el chico
-¡AAAH!- Bramó. Clavé mis uñas sobre su piel haciéndolo sufrir todavía más. Mostré mis blancos colmillos ahora afiladisimos. Bajé suavemente la cabeza
-Adiós- Le susurré al oído. Hinqué mis dientes en la carne. El sabor de la sangre caliente era reconfortante. Sentía su tacto en mi dentadura. Su fluidez era impresionante. Ya me había olvidado lo bien que sabía. Retiré delicadamente mis caninos. Las sangre resbalaba por las comisuras de mi boca. Alguna Gota cayó en la piel del cadáver. Me relamí
-Ahora que hago contigo...- Pensé lleno de maldad. Cogí de los brazos al joven y lo arrastré hasta el calvero. Sus miembros se caían a los lados constantemente. Dejé el cuerpo detrás de la roca donde anteriormente me había escondido. Cogí una estaca que afilé rápidamente. La clavé en el centro junto con la hoguera. Cogí unas enredaderas muy resistentes de un pino y até al chico en ellas, clavado en la estaca y con los pies lamiendo el fuego. Desgarré su camiseta. Clavé las uñas en su pecho y comencé a escribir
-Vosotros seréis los próximos-
-Qué pena que no creo que vaya a poder ser...- Dije apenado. Sonreí con malicia
-O quizás si- Me animé. Salí corriendo de nuevo...
Re: Dhampiro Daily I
Narrador humano:
Llegué de nuevo al punto del que había partido. La expresión de mi rostro volvió a cambiar, se hizo más relajada. Miré mis manos con desprecio, todavía tenía gotas de sangre resbalando por ellas. Tenía ganas de cortármelas. De mi ojo brotó una lágrima que fue cayendo por mis pómulos, después por los labios, hasta llegar al suelo
-¿Por qué soy así?- Susurré. Me caí de rodillas al suelo
-¡¡¡¡POR QUE!!!!- Bramé rompiendo a llorar. Me levanté de el asfalto. Pasé mis manos por los ojos y me sequé las lágrimas con la manga. Apreté los puños y me dirigí al embarcadero con la vaga esperanza de que Elisabeth, una de las primeras personas con la que me entendía, estuviera esperándome. Pero no, cuando llegué estaba todo vacío y en silencio, solo estaba mi camisa y los tennis tirados en el suelo, ambos me los puse. tampoco podía esperar más, no estaría esperándome con los brazos abiertos después de mi notable enfado que ya había expirado. Así que me senté donde anteriormente ella había compartido amablemente unas palabras conmigo. Suspiré y me dediqué a pensar que mi vida era una tontería, que el mundo estaría mejor si yo no estuviera... Pero algo me impedía suicidarme ahora, su imagen venía constantemente a mi cabeza... la de Eli... Pero solo eso, total yo no podía amar...
-Siento lo de antes- Dijo una voz en la nada. Aquellas palabras me reconfortaron, me enviaron de nuevo a la vida, quizás las esperaba. Me giré y contemplé a Elisabeth, con su rostro bello y menudo. Caminé despacio hasta ella. Me situé muy cerca y bajé la cabeza hasta que nuestros ojos estuvieron a la misma distancia
-Yo también lo siento- Susurré sonriendo. Sus mejillas se sonrojaron. Deslizó el brazo y agarró mi mano con fuerza. Me ruboricé
-¿Cuál era su nombre?- Preguntó
-Taylor y deja ya de tratarme de usted- Ordené poniendo un dedo en sus labios. Esto era más de lo que imaginaba. Era la primera vez que tenía una relación tan estrecha con alguien
-¿Quieres venir a mi chalé? Mis padres no vuelven hasta dentro de una semana- Me invitó. La miré atónito
-¿Con 16 años te dejan sola una semana?- Grité sorprendido. Asintió con una expresión triste
-Es lo bueno que tiene tener unos padres que no te aprecian...- Murmuró. Una pequeña lágrima descendió por su piel. Solté su mano y sostuve su cabeza entre las dos mías
-Tus padres son imbéciles ¿Quién no va a quererte a ti?- Le animé. La sonrisa volvió a su rostro. Las palabras salían solas de mi boca, algo estaba empezando a levantarse en mi corazón
-Gracias- Dijo. Elevó una de sus frágiles manos y la coloco sobre una mía, acariciándola con suavidad
-No hay de que... ¿Bueno vamos?- Inquirí. Asintió. Separamos nuestras extremidades y caminamos hacía su casa. Al llegar vi una casa bonita. Tenía dos pisos con balcones llenos de flores de alegres colores, una escalerita que terminaba en la puerta y un cuidado jardín. La casa tenía un color oliváceo y unas grandes ventanas con cortinas blancas. Ya era completamente de día. Había un pequeño arbolito con un columpio destartalado a uno de sus lados
-Simplemente preciosa- Afirmé mirando el edificio
-Oye a propósito... ¿No tienes sueño?- Le pregunté a Elisabeth, que también observaba la casa maravillada. Sacudió la cabeza y me indicó con gestos que entráramos. El chalé tenía un salón pequeño con una tele de Sony y un sofá a cuadros rojos. A su lado había una cocina que resaltaba por su blancura. También había una puerta que llevaba a un baño y unas escaleras que subimos. Arriba había dos habitaciones y un baño. Entramos en la habitación de Eli. En su puerta había un cartel que rezaba:
No entrar
Con un gran signo de exclamación. La habitación era espaciosa. Había una cama con sábanas de Hello Kitty. Había un escritorio con una radio y un ordenador portátil enchufado. También había un armario lleno de peluches de animales como osos, gatos... En general la estancia destacaba por su color rosado
-¿Te gusta?- Inquirió Elisabeth
-Si- Afirmé guiñándole un ojo. Se tiró en la cama y resopló. Me senté en un lado y la miré comprobando su perfecta silueta, maravillandome de su precioso rostro. Abrió los ojos y los clavó en mi. Ahora estaba seria. Se puso a cuatro patas y se acercó a mi hasta estar casi pegados. Retrocedí por donde pude. Volvió a acercarse
-¿Por qué eres tan bueno?- Susurró mirando mis ojos
-No creo que sea tan bueno como dices- Le contradije, explorando cada centímetro de su rostro. Cuando me di cuenta estaba completamente encima de mi. Acercó su cabeza hacía la mía. Acerqué yo también la mía. Entonces rocé la punta de sus labios. Coloqué mis manos en su espalda. La abracé. Ella unió por completo nuestros labios. Toqué la punta de su lengua. Sus labios estaban cálidos, eran suaves y delicados. Sentí su manos alborotando mi pelo. Poco a poco comenzó a desabrocharme los botones de mi camisa hasta quitármela por completo. ¿No era un poco joven? Pensé. Separé nuestros labios y los bajé a su cuello. Pero el sentido volvió a surgir. En mi cabeza habían un montón de ideas. Verdaderamente ¿Que sentía?... Yo era a fin de cuentas un vampiro y ella estaba en peligro conmigo allí
-Lo nuestro es imposible...- Dije levantándome de la cama y dejándola allí. Recogí la camiseta de cuello alto y me la coloqué
-Al menos quédate conmigo- Me suplicó. La miré durante un momentos y finalmente asentí. Sonrió fugazmente. Me senté a su lado y me eché junto a ella. La verdad había sido difícil resistirse a su cuerpo. Me coloqué de lado mirándola
-¿No eres un poco joven para esto?- Inquirí. Miró hacía otra dirección
-La verdad me da igual...- Admitió poniéndose en el lado contrario. Me acerqué más a ella y pasé mis brazos por la cintura
-Duerme anda...- Le susurré al oído poniendo mi cabeza en su hombro y besando su cara. Se giró completamente y beso mis labios de nuevo. Pero esta vez no con las misma intenciones así que no la detuve.
Esperé a que se hubo dormido. La verdad dormida era realmente guapa. Algo era cierto. Sentía algo muy potente por Elisabeth, algo realmente nuevo. Sonreí y le eché una ultima ojeada antes de salir por la puerta...
Llegué de nuevo al punto del que había partido. La expresión de mi rostro volvió a cambiar, se hizo más relajada. Miré mis manos con desprecio, todavía tenía gotas de sangre resbalando por ellas. Tenía ganas de cortármelas. De mi ojo brotó una lágrima que fue cayendo por mis pómulos, después por los labios, hasta llegar al suelo
-¿Por qué soy así?- Susurré. Me caí de rodillas al suelo
-¡¡¡¡POR QUE!!!!- Bramé rompiendo a llorar. Me levanté de el asfalto. Pasé mis manos por los ojos y me sequé las lágrimas con la manga. Apreté los puños y me dirigí al embarcadero con la vaga esperanza de que Elisabeth, una de las primeras personas con la que me entendía, estuviera esperándome. Pero no, cuando llegué estaba todo vacío y en silencio, solo estaba mi camisa y los tennis tirados en el suelo, ambos me los puse. tampoco podía esperar más, no estaría esperándome con los brazos abiertos después de mi notable enfado que ya había expirado. Así que me senté donde anteriormente ella había compartido amablemente unas palabras conmigo. Suspiré y me dediqué a pensar que mi vida era una tontería, que el mundo estaría mejor si yo no estuviera... Pero algo me impedía suicidarme ahora, su imagen venía constantemente a mi cabeza... la de Eli... Pero solo eso, total yo no podía amar...
-Siento lo de antes- Dijo una voz en la nada. Aquellas palabras me reconfortaron, me enviaron de nuevo a la vida, quizás las esperaba. Me giré y contemplé a Elisabeth, con su rostro bello y menudo. Caminé despacio hasta ella. Me situé muy cerca y bajé la cabeza hasta que nuestros ojos estuvieron a la misma distancia
-Yo también lo siento- Susurré sonriendo. Sus mejillas se sonrojaron. Deslizó el brazo y agarró mi mano con fuerza. Me ruboricé
-¿Cuál era su nombre?- Preguntó
-Taylor y deja ya de tratarme de usted- Ordené poniendo un dedo en sus labios. Esto era más de lo que imaginaba. Era la primera vez que tenía una relación tan estrecha con alguien
-¿Quieres venir a mi chalé? Mis padres no vuelven hasta dentro de una semana- Me invitó. La miré atónito
-¿Con 16 años te dejan sola una semana?- Grité sorprendido. Asintió con una expresión triste
-Es lo bueno que tiene tener unos padres que no te aprecian...- Murmuró. Una pequeña lágrima descendió por su piel. Solté su mano y sostuve su cabeza entre las dos mías
-Tus padres son imbéciles ¿Quién no va a quererte a ti?- Le animé. La sonrisa volvió a su rostro. Las palabras salían solas de mi boca, algo estaba empezando a levantarse en mi corazón
-Gracias- Dijo. Elevó una de sus frágiles manos y la coloco sobre una mía, acariciándola con suavidad
-No hay de que... ¿Bueno vamos?- Inquirí. Asintió. Separamos nuestras extremidades y caminamos hacía su casa. Al llegar vi una casa bonita. Tenía dos pisos con balcones llenos de flores de alegres colores, una escalerita que terminaba en la puerta y un cuidado jardín. La casa tenía un color oliváceo y unas grandes ventanas con cortinas blancas. Ya era completamente de día. Había un pequeño arbolito con un columpio destartalado a uno de sus lados
-Simplemente preciosa- Afirmé mirando el edificio
-Oye a propósito... ¿No tienes sueño?- Le pregunté a Elisabeth, que también observaba la casa maravillada. Sacudió la cabeza y me indicó con gestos que entráramos. El chalé tenía un salón pequeño con una tele de Sony y un sofá a cuadros rojos. A su lado había una cocina que resaltaba por su blancura. También había una puerta que llevaba a un baño y unas escaleras que subimos. Arriba había dos habitaciones y un baño. Entramos en la habitación de Eli. En su puerta había un cartel que rezaba:
No entrar
Con un gran signo de exclamación. La habitación era espaciosa. Había una cama con sábanas de Hello Kitty. Había un escritorio con una radio y un ordenador portátil enchufado. También había un armario lleno de peluches de animales como osos, gatos... En general la estancia destacaba por su color rosado
-¿Te gusta?- Inquirió Elisabeth
-Si- Afirmé guiñándole un ojo. Se tiró en la cama y resopló. Me senté en un lado y la miré comprobando su perfecta silueta, maravillandome de su precioso rostro. Abrió los ojos y los clavó en mi. Ahora estaba seria. Se puso a cuatro patas y se acercó a mi hasta estar casi pegados. Retrocedí por donde pude. Volvió a acercarse
-¿Por qué eres tan bueno?- Susurró mirando mis ojos
-No creo que sea tan bueno como dices- Le contradije, explorando cada centímetro de su rostro. Cuando me di cuenta estaba completamente encima de mi. Acercó su cabeza hacía la mía. Acerqué yo también la mía. Entonces rocé la punta de sus labios. Coloqué mis manos en su espalda. La abracé. Ella unió por completo nuestros labios. Toqué la punta de su lengua. Sus labios estaban cálidos, eran suaves y delicados. Sentí su manos alborotando mi pelo. Poco a poco comenzó a desabrocharme los botones de mi camisa hasta quitármela por completo. ¿No era un poco joven? Pensé. Separé nuestros labios y los bajé a su cuello. Pero el sentido volvió a surgir. En mi cabeza habían un montón de ideas. Verdaderamente ¿Que sentía?... Yo era a fin de cuentas un vampiro y ella estaba en peligro conmigo allí
-Lo nuestro es imposible...- Dije levantándome de la cama y dejándola allí. Recogí la camiseta de cuello alto y me la coloqué
-Al menos quédate conmigo- Me suplicó. La miré durante un momentos y finalmente asentí. Sonrió fugazmente. Me senté a su lado y me eché junto a ella. La verdad había sido difícil resistirse a su cuerpo. Me coloqué de lado mirándola
-¿No eres un poco joven para esto?- Inquirí. Miró hacía otra dirección
-La verdad me da igual...- Admitió poniéndose en el lado contrario. Me acerqué más a ella y pasé mis brazos por la cintura
-Duerme anda...- Le susurré al oído poniendo mi cabeza en su hombro y besando su cara. Se giró completamente y beso mis labios de nuevo. Pero esta vez no con las misma intenciones así que no la detuve.
Esperé a que se hubo dormido. La verdad dormida era realmente guapa. Algo era cierto. Sentía algo muy potente por Elisabeth, algo realmente nuevo. Sonreí y le eché una ultima ojeada antes de salir por la puerta...
Re: Dhampiro Daily I
-Capitulo 2-
Me sumergí entre la multitud que corría al trabajo, pues yo también tenía que currar. Compré el desayuno en un puesto de Hot Dogs y corrí a la parada de autobús. Ante mis ojos se cerraban las puertas de este, salí tras el haciendo señas de que parara. Por fin lo conseguí. Monté en el abarrotado transporte y me mantuve agarrado de las barras junto con un chico más mayor que yo (en aspecto). Tenía el pelo rapado al cero y una fina capa de barba le recorría la barbilla. Tenía unos potentes ojos marrones
-Que duro es el curro ¿Eh?- Preguntó. Me hablaba a mi. Asentí
-Yo soy Corbin, 17 años- Se presentó tendiéndome la mano. Tras unos segundo se la estreché con fuerza. Me dirigió una sonrisa amistosa. Me había sorprendido la edad, su físico y su expresión decían que debía tener unos 24 años
-Taylor, 18 años- Dije sonriendo también. El resto del trayecto estuvo hablando de que si el trabajo y la que le gusta, que si el padre... Finalmente el autobús quedó vacío, solo quedábamos el y yo
-Avenida 54- Anunció el conductor. La puertas volvieron a abrirse y Corbin y yo bajamos del autobús
-Bueno adiós- Se despidió. Pero ninguno nos separamos del otro, seguimos andando en la misma dirección. Llegué a la puerta de el pequeño establecimiento en el que trabajaba. Corbin no se desvió se dirigió a la puerta y empujó la manecilla
-¿Trabajas en el Café Metro?- Gritamos ambos al unísono. Los dos asentimos también al mismo tiempo. Nos reímos y finalmente entramos. El café era un pequeño bar al que acudía mucha gente, por su comida y su situación muy centrada. Hacía poco había conseguido aquel trabajo en la cafetería. Casi siempre había colas inmensas. Tenía un aspecto humilde pero bonito. Las fotos adornaban las paredes. Una de ellas reposaba en una mesita y era según la jefa la más importante. Una de un jugador de los Yanquis firmaba exclusivamente para el bar. También había pequeñas mesas con manteles rojo chillón dispuestas por todo el establecimiento.
Me sumergí entre la multitud que corría al trabajo, pues yo también tenía que currar. Compré el desayuno en un puesto de Hot Dogs y corrí a la parada de autobús. Ante mis ojos se cerraban las puertas de este, salí tras el haciendo señas de que parara. Por fin lo conseguí. Monté en el abarrotado transporte y me mantuve agarrado de las barras junto con un chico más mayor que yo (en aspecto). Tenía el pelo rapado al cero y una fina capa de barba le recorría la barbilla. Tenía unos potentes ojos marrones
-Que duro es el curro ¿Eh?- Preguntó. Me hablaba a mi. Asentí
-Yo soy Corbin, 17 años- Se presentó tendiéndome la mano. Tras unos segundo se la estreché con fuerza. Me dirigió una sonrisa amistosa. Me había sorprendido la edad, su físico y su expresión decían que debía tener unos 24 años
-Taylor, 18 años- Dije sonriendo también. El resto del trayecto estuvo hablando de que si el trabajo y la que le gusta, que si el padre... Finalmente el autobús quedó vacío, solo quedábamos el y yo
-Avenida 54- Anunció el conductor. La puertas volvieron a abrirse y Corbin y yo bajamos del autobús
-Bueno adiós- Se despidió. Pero ninguno nos separamos del otro, seguimos andando en la misma dirección. Llegué a la puerta de el pequeño establecimiento en el que trabajaba. Corbin no se desvió se dirigió a la puerta y empujó la manecilla
-¿Trabajas en el Café Metro?- Gritamos ambos al unísono. Los dos asentimos también al mismo tiempo. Nos reímos y finalmente entramos. El café era un pequeño bar al que acudía mucha gente, por su comida y su situación muy centrada. Hacía poco había conseguido aquel trabajo en la cafetería. Casi siempre había colas inmensas. Tenía un aspecto humilde pero bonito. Las fotos adornaban las paredes. Una de ellas reposaba en una mesita y era según la jefa la más importante. Una de un jugador de los Yanquis firmaba exclusivamente para el bar. También había pequeñas mesas con manteles rojo chillón dispuestas por todo el establecimiento.
Re: Dhampiro Daily I
Corbin y yo nos dirigimos a las taquillas donde guardábamos los uniformes. Abrí con la llave la mía y saqué toda la ropa arremolinada. Caminé hasta los vestuarios. Me desvestí y me coloqué mi uniforme. Este consistía en una gorra blanca, una camiseta también de ese color, unos vaqueros y un delantal rojo con unas letras en amarillo grabadas en el pecho que decían
Café Metro
No tiene comparación...
Abrí la puerta del probador y fui a la caja registradora, junto a el teléfono de los pedidos. En la estancia ya estaba la jefa. Su uniforme era mucho más elegante. Tenía unas pestañas negras larguísimas y un pintalabios beige. Las arrugas poblaban su rostro fino y delataban su experiencia. El cabello canoso estaba recogido en un moño
-Buenos días señora Duff- Saludé esbozando un sonrisa. Al momento apareció Corbin con las mismas ropas que yo
-Buenos días señora Duff- Dijo el también, haciendo un saludo militar
-¿Ha llegado alguien de la cocina?- Inquirió asomándose por la puerta de esta
-No señora, todavía no- Respondimos Corbin y yo a coro. Nos miramos
-Taylor, vete llamando por favor- Ordenó amablemente. Inmediatamente descolgué el teléfono y fui marcando el números de todos los cocineros. Cuando finalicé la tarea, la señora Duff asintió con una sonrisa leve en el rostro. Después recorrió el bar con la mirada observando si estaba en buenas condiciones. Se dirigió a una silla, la apartó y se sentó. Yo permanecí apoyado en la encimera de la caja, cruzado de brazos. Corbin estaba mirándonos a ambos y estaba clavado como un poste en medio del suelo
-¡Grrr!- Gruño de pronto la jefa, aunque yo sabía que de broma. Corbin di un respingo, un gritito y salió corriendo hasta estar tras de mi
-Que no te voy a comer hombre...- Le afirmó la señora Duff con cierto sarcasmo en su voz. Poco a poco la cabeza de Corbin salió de entre mis hombros, este clavó su vista en la jefa
-¿De verdad?- Preguntó con un hilo de voz. Esta asintió. Dejó de esconderse y volvió a clavarse como un palo en el centro del bar. La jefa me dirigió un mirada y entonces ambos nos empezamos a partir de la risa. En ese momento llegaron los cocineros, ya vestidos con delantales blancos a botones y el típico gorro largo y abombado.
-Buenos días- Dijeron todos. La ojeras se veían todavía en sus rostros. Se arrastraron hasta la cocina
-Bueno que ¿Abrimos?- Inquirí
-Si- Repuso la señora Duff. Corrí a la puerta y viré el cartel que rezaba
Cerrado
Los clientes no tardaron en venir, yo incluso pensaba que esperaban toda la noche en la puerta para ser los primeros y poder sentarse. Todos saludaron. Enseguida Corbin se dirigió con una librea y un bolígrafo a las mesas ocupadas. Hoy era un día genial. No tenía nada de sed así que podría comportarme como un humano. Y además estaba feliz pensando en Elisabeth. Al momento llegó un hombre alto, robusto, con unos ojos esmeralda que relumbraban su rostro. Vestía con unas ropas pesadas. Un larga chupa de cuero, unas botas también de piel, un sombrero y una camiseta negra que se veía entre los botones rotos de la chupa. De su rostro solo se distinguían sus ojos verdes, lo demás estaba tapado por un gran pañuelo oscuro. Me dirigió una mirada que mantuvimos unos minutos
-Deme un Beigel de filadelfia y un zumo de naranja, para llevar por favor- Anunció rompiendo el silencio, con una voz ronca. Me dirigí a la cocina y esperé con una bandeja a que calentaran el Beigel. Lo coloqué en un plato blanco y le unté la filadelfia, después lo metí en una cajita de plástico y lo envolví en una bolsa. Lo llevé rápidamente al extraño hombre y después le serví un zumo en la barra. Lo tapé y lo metí en la bolsa junto el Beigel y una pajita.
-Aquí tiene- Le tendí el pedido y el me dio los dólares. Sus manos también estaban tapadas por unos guantes de motorista. Salió por la puerta y se perdió de mi vista. Sacudí la cabeza pensando que que raras algunas personas. Seguí atendiendo clientes, todos normales. Pero otra anomalía paso ante mis ojos. Un hombre bello, con los ojos rosados, la piel blanca como el mármol y el cabellos negro en una coleta que le llegaba hasta los hombros. Vestía una túnica verde aterciopelado y una blusa blanca con pantalones negros. Mi corazón ardía con fuerza y el olor era insoportable. Me miró durante largo rato. Nadie parecía haberse percatado de su presencia salvo yo. Levanté disimuladamente mi labio superior. Este sonrió mostrando sus colmillos. Descendieron las comisuras de su boca al saber que allí tendría competencia y su secreto se descubriría. Se elevó y atravesó la puerta. No me había dado cuenta pero mientras el vampiro estaba allí había echo un frío considerable. El calor volvió y los clientes suspiraron aliviados. Pero su olor permanecía allí como si aún este estuviera delante de mi. Me puse la mano en la boca y me dirigí al almacén. Entre, todo estaba muy oscuro. Alcé la mano hasta rozar el interruptor
-Preferiría que nuestra charla fuera en total oscuridad, aunque yo se que tu puedes ver, al menos medianamente- Recorrí la habitación con la mirada buscando el ser que hablaba pero al no encontrarlo asentí. Escuché como sorbían de una pajita
-Sus zumos son realmente buenos- Admitió la voz. Entonces me percaté de que había un bulto en la oscuridad. Un ojos verde, ahora fosforescente, centelleó en la negrura. Di un paso adelante
-¿Quien es usted?- Pregunté arqueando una ceja
-Lo mismo que tu- Respondió, ahora masticando el Beigel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo
-¿Y que quiere de mi?- Inquirí, tratando de llegar al fondo del asunto
-Que me ayudes- Dijo la voz
-No le entiendo- Negué con la cabeza
-¿Has visto al vampiro que había hay?- Preguntó. Asentí
-En ese momento solo nosotros o otro vampiro podíamos verlo- Explicó
-Sigo sin entenderle- Me hice un poco el tonto. La figura se levantó y yo di un paso atrás
-No te hagas el imbécil- Me ordenó. Volví a asentir
-Odias a los vampiros ¿Verdad? Te odias a ti mismo...- No sabía como ese otro dhampiro podía saber todo eso
-Si pero ¿En que quiere que le ayude?- Inquirí
-A exterminarlos- Repuso con una voz seria. Mis ojos se pusieron como platos. Mis pupilas se achicaron
-¿A- a exterminarlos?- Balbuceé. Asintió. Caminó hasta mi y me tendió una nota. Se la arrebaté de las manos
-Hasta luego- Se despidió y desapareció en la nada. Apreté el interruptor. La luz me cegó por momentos. Leí la nota
Querido Taylor:
Te espero debajo del puente de Brooklyn cuando la Luna este ya alta, espero que sepas llegar...
Hasta ese momento, socio.
¿Por qué me llamaría socio? Un montón de ideas circulaban por mi cabeza sin dejarme pensar bien. Releí la carta. La letra del hombre era similar a la mía. Pulcra, estilizada y cursiva. Me guardé la nota en el bolsillo del pantalón y sali al bar. La cola era tal que se salía. Allí atendía torpemente, que estaba ejerciendo de camarero y cajero
-Venga...- Le apremió una voz
-Voy, voy...- Respondió el tecleando. La jefa esperaba en la puerta del almacén, arrugada como una pasa y enfadada
-¿Qué se supone que hacías?- Preguntó malhumorada
-Buscar una cosa... pero no la he encontrado- Mentí agachando la cabeza
-Esta noche le haré horas extra- Le ofrecí. Sacudió la cabeza, algo que me sorprendió
-Si consigues atender a esa gente en menos de 25 minutos no tendrás que librar mañana- Apostó. Asentí sonriente. Corrí a la caja y retiré a Corbin. Me puse a teclear a la velocidad del rayo. La jefa se miraba el reloj constantemente. Finalmente terminé y la señora Duff dejó de cronometar
-Maldito cabrón...- Susurró casi riéndose y sin poder creérselo
-¿Qué?- Dije intrigado
-24:58- Respondió. Una sonrisa se dibujó en mi cara
-¡¡Toma!!- Salté de alegría
-Perdone señor, sigo aquí- Susurró una voz. Distinguí una mano sobre la encimera. Había un hombre judío con enanismo. Me quedé de piedra y miré a la señora Duff. Esta sonrió con malicia y se encogió de hombros. Total que el día entero me lo pasaría en el restaurante.
Llegó la hora del cierre. Sentía un leve abatimiento. Miré el reloj que había en la puerta, marcaba las 12:00. Con los pelos alborotados me despedí de la señora Duff y me metí por una esquina. Hay empecé a correr hacía el puente. Llegué. ¿A qué se referiría con debajo del puente, si hay estaba el río Hudson? Pensé pero no tardé en darme cuenta de que había una figura en la plataformas de una de los extremos del puente. Corrí de nuevo hasta allí. Me situé en la acera del puente. Miré que no había nadie y fue descendiendo, medio escalando por el puente. Y efectivamente allí estaba aquel hombre con la misma vestimenta. Pensé que mostraría su rostro pero no fue así
-Hola- Saludé incorporándome. Me tumbé
-¿Nunca va a mostrar su rostro?- Inquirí. Negó con la cabeza
-Me llamo Clark, eso si te lo diré, y soy un caza vampiros y tu, mi nuevo aprendiz- Me explicó. Asentí. Me picaba la curiosidad
-¿Qué paso con el antiguo?- Pregunté
-Esta muerto, pero tu no correrás la misma suerte porque... No te unirás al mal ¿Verdad?- Tragué saliva y volví a asentir, esto era muy amenazador. Sacó de una bolsa apoyada en sus pies unos trajes
-Esto es tu uniforme, solo pontelo en tus trabajos- Continuó. Cogí las ropas y las miré. Las miré con aprobación, esas ropas eran interesantes. Sacó de la bolsa una especie de pistola y una daga
-Ambas son de plata- Dijo. Las volví coger. Comprobé la pistola y después me vi reflejado en la daga. Sonreí
-Supongo que sabrás usar armas ¿No?- Pregunto
-Si- Repuse
-Bueno primero te enfrentarás a enemigos débiles, después ya se irán haciendo más fuertes, tu primer trabajo es acabar con el vampiro del bar, Draco, descendiente del malvado Drácula, solo que este no ha parecido heredar sus dones, aún así es poderoso, es capaz de llegar a los sentimientos de todo los seres vivientes y por ello hay que encargarse de el, tu don seguramente no lo conoces porque no lo has puesto en practica, yo leo las mentes- Explico
-Draco va a por tu novia porque es lo que más te importa, así que ve rápidamente antes de que sea tarde- Se me hizo un nudo en la garganta
-Me voy pues- Anuncié. Asintió. Estuve a punto de subir
-¡Espera!- Gritó
-¿Si?- Dije desesperado
-Muchos caza vampiros acaban haciéndose al mal, intenta que eso no te ocurra por favor- Murmuró. Asentí de nuevo y me largué pitando. Me puse el nuevo traje tras unos arbustos. Era una chaqueta de cuero negra de manga corta. Daba paso a un camiseta a botones blanca. Después unos pantalones piratas bastante sueltos, unas converse All Star negras con unos pinchos de plata en la suela, unos mitones negros hasta la muñeca y un gorro negro de invierno que mostraba mi flequillo
-Genial- Dije. Me coloqué la daga en la funda que me colgué a la espalda y cargué la pistola que llevé en mi mano. Seguí corriendo.
Café Metro
No tiene comparación...
Abrí la puerta del probador y fui a la caja registradora, junto a el teléfono de los pedidos. En la estancia ya estaba la jefa. Su uniforme era mucho más elegante. Tenía unas pestañas negras larguísimas y un pintalabios beige. Las arrugas poblaban su rostro fino y delataban su experiencia. El cabello canoso estaba recogido en un moño
-Buenos días señora Duff- Saludé esbozando un sonrisa. Al momento apareció Corbin con las mismas ropas que yo
-Buenos días señora Duff- Dijo el también, haciendo un saludo militar
-¿Ha llegado alguien de la cocina?- Inquirió asomándose por la puerta de esta
-No señora, todavía no- Respondimos Corbin y yo a coro. Nos miramos
-Taylor, vete llamando por favor- Ordenó amablemente. Inmediatamente descolgué el teléfono y fui marcando el números de todos los cocineros. Cuando finalicé la tarea, la señora Duff asintió con una sonrisa leve en el rostro. Después recorrió el bar con la mirada observando si estaba en buenas condiciones. Se dirigió a una silla, la apartó y se sentó. Yo permanecí apoyado en la encimera de la caja, cruzado de brazos. Corbin estaba mirándonos a ambos y estaba clavado como un poste en medio del suelo
-¡Grrr!- Gruño de pronto la jefa, aunque yo sabía que de broma. Corbin di un respingo, un gritito y salió corriendo hasta estar tras de mi
-Que no te voy a comer hombre...- Le afirmó la señora Duff con cierto sarcasmo en su voz. Poco a poco la cabeza de Corbin salió de entre mis hombros, este clavó su vista en la jefa
-¿De verdad?- Preguntó con un hilo de voz. Esta asintió. Dejó de esconderse y volvió a clavarse como un palo en el centro del bar. La jefa me dirigió un mirada y entonces ambos nos empezamos a partir de la risa. En ese momento llegaron los cocineros, ya vestidos con delantales blancos a botones y el típico gorro largo y abombado.
-Buenos días- Dijeron todos. La ojeras se veían todavía en sus rostros. Se arrastraron hasta la cocina
-Bueno que ¿Abrimos?- Inquirí
-Si- Repuso la señora Duff. Corrí a la puerta y viré el cartel que rezaba
Cerrado
Los clientes no tardaron en venir, yo incluso pensaba que esperaban toda la noche en la puerta para ser los primeros y poder sentarse. Todos saludaron. Enseguida Corbin se dirigió con una librea y un bolígrafo a las mesas ocupadas. Hoy era un día genial. No tenía nada de sed así que podría comportarme como un humano. Y además estaba feliz pensando en Elisabeth. Al momento llegó un hombre alto, robusto, con unos ojos esmeralda que relumbraban su rostro. Vestía con unas ropas pesadas. Un larga chupa de cuero, unas botas también de piel, un sombrero y una camiseta negra que se veía entre los botones rotos de la chupa. De su rostro solo se distinguían sus ojos verdes, lo demás estaba tapado por un gran pañuelo oscuro. Me dirigió una mirada que mantuvimos unos minutos
-Deme un Beigel de filadelfia y un zumo de naranja, para llevar por favor- Anunció rompiendo el silencio, con una voz ronca. Me dirigí a la cocina y esperé con una bandeja a que calentaran el Beigel. Lo coloqué en un plato blanco y le unté la filadelfia, después lo metí en una cajita de plástico y lo envolví en una bolsa. Lo llevé rápidamente al extraño hombre y después le serví un zumo en la barra. Lo tapé y lo metí en la bolsa junto el Beigel y una pajita.
-Aquí tiene- Le tendí el pedido y el me dio los dólares. Sus manos también estaban tapadas por unos guantes de motorista. Salió por la puerta y se perdió de mi vista. Sacudí la cabeza pensando que que raras algunas personas. Seguí atendiendo clientes, todos normales. Pero otra anomalía paso ante mis ojos. Un hombre bello, con los ojos rosados, la piel blanca como el mármol y el cabellos negro en una coleta que le llegaba hasta los hombros. Vestía una túnica verde aterciopelado y una blusa blanca con pantalones negros. Mi corazón ardía con fuerza y el olor era insoportable. Me miró durante largo rato. Nadie parecía haberse percatado de su presencia salvo yo. Levanté disimuladamente mi labio superior. Este sonrió mostrando sus colmillos. Descendieron las comisuras de su boca al saber que allí tendría competencia y su secreto se descubriría. Se elevó y atravesó la puerta. No me había dado cuenta pero mientras el vampiro estaba allí había echo un frío considerable. El calor volvió y los clientes suspiraron aliviados. Pero su olor permanecía allí como si aún este estuviera delante de mi. Me puse la mano en la boca y me dirigí al almacén. Entre, todo estaba muy oscuro. Alcé la mano hasta rozar el interruptor
-Preferiría que nuestra charla fuera en total oscuridad, aunque yo se que tu puedes ver, al menos medianamente- Recorrí la habitación con la mirada buscando el ser que hablaba pero al no encontrarlo asentí. Escuché como sorbían de una pajita
-Sus zumos son realmente buenos- Admitió la voz. Entonces me percaté de que había un bulto en la oscuridad. Un ojos verde, ahora fosforescente, centelleó en la negrura. Di un paso adelante
-¿Quien es usted?- Pregunté arqueando una ceja
-Lo mismo que tu- Respondió, ahora masticando el Beigel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo
-¿Y que quiere de mi?- Inquirí, tratando de llegar al fondo del asunto
-Que me ayudes- Dijo la voz
-No le entiendo- Negué con la cabeza
-¿Has visto al vampiro que había hay?- Preguntó. Asentí
-En ese momento solo nosotros o otro vampiro podíamos verlo- Explicó
-Sigo sin entenderle- Me hice un poco el tonto. La figura se levantó y yo di un paso atrás
-No te hagas el imbécil- Me ordenó. Volví a asentir
-Odias a los vampiros ¿Verdad? Te odias a ti mismo...- No sabía como ese otro dhampiro podía saber todo eso
-Si pero ¿En que quiere que le ayude?- Inquirí
-A exterminarlos- Repuso con una voz seria. Mis ojos se pusieron como platos. Mis pupilas se achicaron
-¿A- a exterminarlos?- Balbuceé. Asintió. Caminó hasta mi y me tendió una nota. Se la arrebaté de las manos
-Hasta luego- Se despidió y desapareció en la nada. Apreté el interruptor. La luz me cegó por momentos. Leí la nota
Querido Taylor:
Te espero debajo del puente de Brooklyn cuando la Luna este ya alta, espero que sepas llegar...
Hasta ese momento, socio.
¿Por qué me llamaría socio? Un montón de ideas circulaban por mi cabeza sin dejarme pensar bien. Releí la carta. La letra del hombre era similar a la mía. Pulcra, estilizada y cursiva. Me guardé la nota en el bolsillo del pantalón y sali al bar. La cola era tal que se salía. Allí atendía torpemente, que estaba ejerciendo de camarero y cajero
-Venga...- Le apremió una voz
-Voy, voy...- Respondió el tecleando. La jefa esperaba en la puerta del almacén, arrugada como una pasa y enfadada
-¿Qué se supone que hacías?- Preguntó malhumorada
-Buscar una cosa... pero no la he encontrado- Mentí agachando la cabeza
-Esta noche le haré horas extra- Le ofrecí. Sacudió la cabeza, algo que me sorprendió
-Si consigues atender a esa gente en menos de 25 minutos no tendrás que librar mañana- Apostó. Asentí sonriente. Corrí a la caja y retiré a Corbin. Me puse a teclear a la velocidad del rayo. La jefa se miraba el reloj constantemente. Finalmente terminé y la señora Duff dejó de cronometar
-Maldito cabrón...- Susurró casi riéndose y sin poder creérselo
-¿Qué?- Dije intrigado
-24:58- Respondió. Una sonrisa se dibujó en mi cara
-¡¡Toma!!- Salté de alegría
-Perdone señor, sigo aquí- Susurró una voz. Distinguí una mano sobre la encimera. Había un hombre judío con enanismo. Me quedé de piedra y miré a la señora Duff. Esta sonrió con malicia y se encogió de hombros. Total que el día entero me lo pasaría en el restaurante.
Llegó la hora del cierre. Sentía un leve abatimiento. Miré el reloj que había en la puerta, marcaba las 12:00. Con los pelos alborotados me despedí de la señora Duff y me metí por una esquina. Hay empecé a correr hacía el puente. Llegué. ¿A qué se referiría con debajo del puente, si hay estaba el río Hudson? Pensé pero no tardé en darme cuenta de que había una figura en la plataformas de una de los extremos del puente. Corrí de nuevo hasta allí. Me situé en la acera del puente. Miré que no había nadie y fue descendiendo, medio escalando por el puente. Y efectivamente allí estaba aquel hombre con la misma vestimenta. Pensé que mostraría su rostro pero no fue así
-Hola- Saludé incorporándome. Me tumbé
-¿Nunca va a mostrar su rostro?- Inquirí. Negó con la cabeza
-Me llamo Clark, eso si te lo diré, y soy un caza vampiros y tu, mi nuevo aprendiz- Me explicó. Asentí. Me picaba la curiosidad
-¿Qué paso con el antiguo?- Pregunté
-Esta muerto, pero tu no correrás la misma suerte porque... No te unirás al mal ¿Verdad?- Tragué saliva y volví a asentir, esto era muy amenazador. Sacó de una bolsa apoyada en sus pies unos trajes
-Esto es tu uniforme, solo pontelo en tus trabajos- Continuó. Cogí las ropas y las miré. Las miré con aprobación, esas ropas eran interesantes. Sacó de la bolsa una especie de pistola y una daga
-Ambas son de plata- Dijo. Las volví coger. Comprobé la pistola y después me vi reflejado en la daga. Sonreí
-Supongo que sabrás usar armas ¿No?- Pregunto
-Si- Repuse
-Bueno primero te enfrentarás a enemigos débiles, después ya se irán haciendo más fuertes, tu primer trabajo es acabar con el vampiro del bar, Draco, descendiente del malvado Drácula, solo que este no ha parecido heredar sus dones, aún así es poderoso, es capaz de llegar a los sentimientos de todo los seres vivientes y por ello hay que encargarse de el, tu don seguramente no lo conoces porque no lo has puesto en practica, yo leo las mentes- Explico
-Draco va a por tu novia porque es lo que más te importa, así que ve rápidamente antes de que sea tarde- Se me hizo un nudo en la garganta
-Me voy pues- Anuncié. Asintió. Estuve a punto de subir
-¡Espera!- Gritó
-¿Si?- Dije desesperado
-Muchos caza vampiros acaban haciéndose al mal, intenta que eso no te ocurra por favor- Murmuró. Asentí de nuevo y me largué pitando. Me puse el nuevo traje tras unos arbustos. Era una chaqueta de cuero negra de manga corta. Daba paso a un camiseta a botones blanca. Después unos pantalones piratas bastante sueltos, unas converse All Star negras con unos pinchos de plata en la suela, unos mitones negros hasta la muñeca y un gorro negro de invierno que mostraba mi flequillo
-Genial- Dije. Me coloqué la daga en la funda que me colgué a la espalda y cargué la pistola que llevé en mi mano. Seguí corriendo.
Re: Dhampiro Daily I
aminando encontré de nuevo al vampiro de la coleta. Estaba a unos metros de el chalé de Eli. No se percató de mi presencia
-¿A donde coño te crees que vas?- Bramé. Se giró y me miró fijamente con una sonrisa en el rostro
-Esperaba que vinieras- Me dijo sin preocupación. Se fue acercando. Lo apunté con la pistola
-No vas a hacerlo, en realidad somos iguales, los dos perseguimos lo mismo- Me explicó volvió a sonreír. Las manos me temblaban
-Si vienes conmigo, te enseñaré las artes del mal, podrás tener lo que tu quieras, mujeres, armas, trajes, dinero, sangre...- Continuó. Bajé un poco la pistola
-Vamos, olvídate de ese caza vampiros, solo quiere escavar tu tumba- Susurró amablemente a mi oído. Estaba confuso
-Ven y hagámonos con el poder- Siguió. Bajé la pistola completamente y sonreí ¿No era eso lo que yo quería? Pero entonces recordé las últimas palabras de Clark
-Muchos caza vampiros acaban haciéndose al mal, intenta que eso no te ocurra por favor- Levanté mi puño y le hundí la nariz hasta los huesos. Gimió de dolor y retrocedió unos cuantos pasos. Aproveché y desenfundé el arma blanca. Corrí. Tiré al vampiro y se la clavé en el pecho. Poco a poco todo su cuerpo fue desintegrándose pero antes profanó un potente grito
-¡¡¡Estás muerto dhampyr!!!-
Después solo quedaron cenizas negras. Volví a guardar la daga
-Lástima que duraras tan poco, ha sido aburrido- Dije dándole una patada a las cenizas. Me cambié de nuevo. Corrí hasta la casa de Elisabeth. Sus padres no volvían hasta dentro de seis días. Golpeé la puerta con fuerza. Al cabo del rato una chica abrió la puerta. Sus ojos topacios se sorprendieron al verme. Sonreí. Llevaba un precioso pijama de Hello Kitty y el pelo recogido en una coleta. Corrió hasta mi. Enrolló mi cuello con sus brazos y yo apoyé la cabeza en sus hombros. Pasé mis manos por su cintura y la aferré a mi
-Esto no es una declaración, pero definitivamente no se que hacer sin ti- Le susurré. Me separé de ella y le di una rosa roja
-¡Espera!- Gritó. Continué caminando hasta correr a velocidad normal. Se escuchó un portazo. La chica me perseguía. Corría asombrosamente rápido. Me dolía pero eso era una despedida. Me lo había pensado y no pondría en peligro su vida, porque yo, la quería, la quería con todo mi corazón. Una lágrima resbalo por mi piel. Me desvanecí mientras no me veía y llegué al embarcadero. Me senté allí y sentí la brisa del mar. Para mi era muy duro, quizás mas duro que para ella, todavía tenía grabados sus ojos dorados llenos de alegría, su bonita sonrisa... Apreté los puños, ella había conseguido que mi única parte humana volviera a revivir. Escuché un jadeo. Era imposible, estaba a muchos kilómetros. Giré mi cabeza y la vi a ella, apoyada en la piedra, sudorosa y pálida
-Me da igual cuantos kilómetros haya, con tal de volver a verte- Anunció. Me dolía el cuerpo solo de verla
-Nuestro amor es imposible- Sacudí la cabeza y miré al suelo
-¡¡Nada es imposible!! ¡Lo es por que tu quieres que lo sea!- Grito, las lágrimas caían por sus bonitas mejillas
-Tu no lo entiendes- Continué
-¿En-entender qué?- Balbuceó a causa del llanto
-Nada...- Murmuré. Se acercó un poco
-¿Por qué? ¿Por qué eres...?- Inquirió con un hilo de voz
-¡Porque te quiero!- Grité Me acerqué hasta ella y sujeté su rostro entristecido entre mis manos
-Son razones que nunca entenderías, estás en peligro cuando estás conmigo- Le expliqué. Me miró con expresión dura
-Si es por ti, acudo a la muerte de prisa- Susurró. Le miré a los ojos que temblaban y estaban colorados. Bajé rápidamente la cabeza hasta encontrar sus labios. Sentía como los movía de arriba a abajo. Sus manos se quedaron rígidas y finalmente bajaron hasta mi espalda. Me abrazó. Acaricié su pelo. Sentía que sus ojos permanecían abiertos. Abrí un poco los míos. Los fue cerrando poco a poco hasta sellarlos. Entonces soles artificiales, todos de distintos colores, resonaron en los cielos y alumbraron el mar, la piedra, el suelo, a nosotros...
-¿A donde coño te crees que vas?- Bramé. Se giró y me miró fijamente con una sonrisa en el rostro
-Esperaba que vinieras- Me dijo sin preocupación. Se fue acercando. Lo apunté con la pistola
-No vas a hacerlo, en realidad somos iguales, los dos perseguimos lo mismo- Me explicó volvió a sonreír. Las manos me temblaban
-Si vienes conmigo, te enseñaré las artes del mal, podrás tener lo que tu quieras, mujeres, armas, trajes, dinero, sangre...- Continuó. Bajé un poco la pistola
-Vamos, olvídate de ese caza vampiros, solo quiere escavar tu tumba- Susurró amablemente a mi oído. Estaba confuso
-Ven y hagámonos con el poder- Siguió. Bajé la pistola completamente y sonreí ¿No era eso lo que yo quería? Pero entonces recordé las últimas palabras de Clark
-Muchos caza vampiros acaban haciéndose al mal, intenta que eso no te ocurra por favor- Levanté mi puño y le hundí la nariz hasta los huesos. Gimió de dolor y retrocedió unos cuantos pasos. Aproveché y desenfundé el arma blanca. Corrí. Tiré al vampiro y se la clavé en el pecho. Poco a poco todo su cuerpo fue desintegrándose pero antes profanó un potente grito
-¡¡¡Estás muerto dhampyr!!!-
Después solo quedaron cenizas negras. Volví a guardar la daga
-Lástima que duraras tan poco, ha sido aburrido- Dije dándole una patada a las cenizas. Me cambié de nuevo. Corrí hasta la casa de Elisabeth. Sus padres no volvían hasta dentro de seis días. Golpeé la puerta con fuerza. Al cabo del rato una chica abrió la puerta. Sus ojos topacios se sorprendieron al verme. Sonreí. Llevaba un precioso pijama de Hello Kitty y el pelo recogido en una coleta. Corrió hasta mi. Enrolló mi cuello con sus brazos y yo apoyé la cabeza en sus hombros. Pasé mis manos por su cintura y la aferré a mi
-Esto no es una declaración, pero definitivamente no se que hacer sin ti- Le susurré. Me separé de ella y le di una rosa roja
-¡Espera!- Gritó. Continué caminando hasta correr a velocidad normal. Se escuchó un portazo. La chica me perseguía. Corría asombrosamente rápido. Me dolía pero eso era una despedida. Me lo había pensado y no pondría en peligro su vida, porque yo, la quería, la quería con todo mi corazón. Una lágrima resbalo por mi piel. Me desvanecí mientras no me veía y llegué al embarcadero. Me senté allí y sentí la brisa del mar. Para mi era muy duro, quizás mas duro que para ella, todavía tenía grabados sus ojos dorados llenos de alegría, su bonita sonrisa... Apreté los puños, ella había conseguido que mi única parte humana volviera a revivir. Escuché un jadeo. Era imposible, estaba a muchos kilómetros. Giré mi cabeza y la vi a ella, apoyada en la piedra, sudorosa y pálida
-Me da igual cuantos kilómetros haya, con tal de volver a verte- Anunció. Me dolía el cuerpo solo de verla
-Nuestro amor es imposible- Sacudí la cabeza y miré al suelo
-¡¡Nada es imposible!! ¡Lo es por que tu quieres que lo sea!- Grito, las lágrimas caían por sus bonitas mejillas
-Tu no lo entiendes- Continué
-¿En-entender qué?- Balbuceó a causa del llanto
-Nada...- Murmuré. Se acercó un poco
-¿Por qué? ¿Por qué eres...?- Inquirió con un hilo de voz
-¡Porque te quiero!- Grité Me acerqué hasta ella y sujeté su rostro entristecido entre mis manos
-Son razones que nunca entenderías, estás en peligro cuando estás conmigo- Le expliqué. Me miró con expresión dura
-Si es por ti, acudo a la muerte de prisa- Susurró. Le miré a los ojos que temblaban y estaban colorados. Bajé rápidamente la cabeza hasta encontrar sus labios. Sentía como los movía de arriba a abajo. Sus manos se quedaron rígidas y finalmente bajaron hasta mi espalda. Me abrazó. Acaricié su pelo. Sentía que sus ojos permanecían abiertos. Abrí un poco los míos. Los fue cerrando poco a poco hasta sellarlos. Entonces soles artificiales, todos de distintos colores, resonaron en los cielos y alumbraron el mar, la piedra, el suelo, a nosotros...
Re: Dhampiro Daily I
-Capitulo 3-
(Que conste que no paso nada)
Abrí los ojos. El cuerpo de Elisabeth descansaba a mi lado. Su pecho subía y bajaba y escuchaba el débil murmullo de su respiración. Sonreí. Agarré su mano y entrelacé nuestros dedos. Me encantaba su tacto suave y cálido. Acerqué mi cabeza y busqué sus labios. Los rocé con delicadeza. Los pocos rayos de sol que se filtraban por las nubes entraban por la ventana iluminando mi piel blanquecina. Me levanté del colchón y recorrí la habitación fijándome en cada detalle. Elisabeth entreabrió los párpados
Narradora Elisabeth:
La primera imagen del día que vi me produjo mucha alegría. Bostecé y me desperecé. Taylor me miraba con una leve sonrisa, con el flequillo alborotado caído a un lado, con sus ojos zafiros de pasión. La camiseta abierta mostraba su pecho esculpido. Caminé hasta el y envolví su rostro entre mis manos. Me puse de puntillas y pose mis labios sobre los suyos, disfrutando cada centímetro de su piel. Coloqué mi mano sobre su cabello y se lo alboroté. Me encantaba su pelo, siempre suave al tacto, un tanto despeinado...
Narrador humano:
La expresión de su rostro era feliz, eso me alegraba. Besé su frente
-Tengo trabajo, así que me voy, te quiero- Me despedí. Me arreglé las ropas. Ella no reprochó, se limitó a sentarse en su cama. Corrí escaleras abajo y me desaparecí. La verdad, hoy no tenía trabajo, pero ahora estaba bastante sediento. Eran las 14:30. La noche pasada apenas habíamos dormido, solo conversamos, nos besamos... No sabía nada Clark, ni su paradero, ni mi próximo trabajo, nada. Observé un callejón oscuro, me introduje por el. El callejón olía a humedad, estaba tapado por dos grandes rascacielos. Había personas riéndose. Yo las miraba, la mayoría eran vampiros. La calle finalizaba sin salida y en un bar de copas un tanto... exótico. Cerré los ojos y me concentré en mi objetivo
Narrador vampiro:
Hice crujir mi cuello y me estiré completamente. Las vampiresas me miraban traviesas, con una pasión furiosa. Les dediqué una sonrisa mostrando mis afilados colmillos. Me acerqué a una de ellas y la rodeé con mis brazos. Después besé sus labios. Las demás reían de pura diversión. Pasé la lengua por el cuello de la vampiresa y reí también. Después clavé mis colmillos en su muñeca y saboreé un poco de su sangre. Ella hizo lo mismo conmigo. Me desvanecí y me coloqué junto al bar de copas. Entré. El ambiente era oscuro, lleno de luces de neón azules o rojas. Un camarero, también vampiro, limpiaba vasos en la barra. Me señaló una puerta negra. La abrí y entre en un establecimiento lleno de chicas guapas junto con hombres, conversando, con ropas provocativas. Sonreí. Fui a la pista de baile y escuché la música del pincha discos. Sentí una mano femenina. Una chica humana. Sus ojos eran grises y tenía una gran melena rubia que le llegaba a la cintura. Vestía un top apretadito y escotado y unos pitillos. Me guiño un ojo. Apreté su mano y la traje hasta mi. Comenzamos a bailar.
(Que conste que no paso nada)
Abrí los ojos. El cuerpo de Elisabeth descansaba a mi lado. Su pecho subía y bajaba y escuchaba el débil murmullo de su respiración. Sonreí. Agarré su mano y entrelacé nuestros dedos. Me encantaba su tacto suave y cálido. Acerqué mi cabeza y busqué sus labios. Los rocé con delicadeza. Los pocos rayos de sol que se filtraban por las nubes entraban por la ventana iluminando mi piel blanquecina. Me levanté del colchón y recorrí la habitación fijándome en cada detalle. Elisabeth entreabrió los párpados
Narradora Elisabeth:
La primera imagen del día que vi me produjo mucha alegría. Bostecé y me desperecé. Taylor me miraba con una leve sonrisa, con el flequillo alborotado caído a un lado, con sus ojos zafiros de pasión. La camiseta abierta mostraba su pecho esculpido. Caminé hasta el y envolví su rostro entre mis manos. Me puse de puntillas y pose mis labios sobre los suyos, disfrutando cada centímetro de su piel. Coloqué mi mano sobre su cabello y se lo alboroté. Me encantaba su pelo, siempre suave al tacto, un tanto despeinado...
Narrador humano:
La expresión de su rostro era feliz, eso me alegraba. Besé su frente
-Tengo trabajo, así que me voy, te quiero- Me despedí. Me arreglé las ropas. Ella no reprochó, se limitó a sentarse en su cama. Corrí escaleras abajo y me desaparecí. La verdad, hoy no tenía trabajo, pero ahora estaba bastante sediento. Eran las 14:30. La noche pasada apenas habíamos dormido, solo conversamos, nos besamos... No sabía nada Clark, ni su paradero, ni mi próximo trabajo, nada. Observé un callejón oscuro, me introduje por el. El callejón olía a humedad, estaba tapado por dos grandes rascacielos. Había personas riéndose. Yo las miraba, la mayoría eran vampiros. La calle finalizaba sin salida y en un bar de copas un tanto... exótico. Cerré los ojos y me concentré en mi objetivo
Narrador vampiro:
Hice crujir mi cuello y me estiré completamente. Las vampiresas me miraban traviesas, con una pasión furiosa. Les dediqué una sonrisa mostrando mis afilados colmillos. Me acerqué a una de ellas y la rodeé con mis brazos. Después besé sus labios. Las demás reían de pura diversión. Pasé la lengua por el cuello de la vampiresa y reí también. Después clavé mis colmillos en su muñeca y saboreé un poco de su sangre. Ella hizo lo mismo conmigo. Me desvanecí y me coloqué junto al bar de copas. Entré. El ambiente era oscuro, lleno de luces de neón azules o rojas. Un camarero, también vampiro, limpiaba vasos en la barra. Me señaló una puerta negra. La abrí y entre en un establecimiento lleno de chicas guapas junto con hombres, conversando, con ropas provocativas. Sonreí. Fui a la pista de baile y escuché la música del pincha discos. Sentí una mano femenina. Una chica humana. Sus ojos eran grises y tenía una gran melena rubia que le llegaba a la cintura. Vestía un top apretadito y escotado y unos pitillos. Me guiño un ojo. Apreté su mano y la traje hasta mi. Comenzamos a bailar.
Re: Dhampiro Daily I
La música cambió. Se hizo más relajada, un vals. Bajó las manos a mis caderas y me miró con picardía. La pegué más a mi. Apoyé la cabeza en su hombro y comencé a saborear su cuello. Y sin poder contenerme un minuto más hinqué mis dientes en su piel. Emitió un gemido de dolor. Dos hilos de sangre caían por sus ropas y rebotaban en el suelo haciendo
Plot, plot. Continué chupando como una sanguijuela. Cuando el corazón de la chica dejó de palpitar aparté mis dientes de su carne. Pasé la lengua por los colmillos. Cogí a la joven en brazos y la llevé al camarero. La dejé sobre la barra. Al vampiro se le fueron los ojos tras la sangre
-Podéis hacer lo que queráis con ella- Le dije. Esbozó una sonrisa. Yo le respondí con otra
-Gracias- Respondió con una voz ronca, casi un siseo. Salí del bar de copas y volví a encontrarme a las excitadas vampiresas. Enseguida se desplazaron hasta abrazarme
-¿A quién has matado querido?- Inquirió una divertida
-A una chica mona- Repuse con una sonrisa maléfica en los labios
-¿Más mona que nosotras?- Preguntaron todas a la vez
-Eso es imposible- Afirmé. Una se colocó encima de mi y comenzó a besar mi cuello. Después nuestros labios se encontraron en un salvaje beso. La separé de mi
-Tengo que irme, adiós- Me despedí. Corrí hasta la salida y sin girarme levanté una mano y la agité varias veces. Cerré los ojos y me volví a concentrar en ser humano. Los abrí. Los vampiros me miraban desde el oscuro callejón. Podía observar sus ojos sádicos llenos de ira. Allí corría un gran peligro. Habían pasado 4 horas desde mi pequeña "aventura" en el bar. Me sentía fatal. Más o menos le había puesto los cuerno a Eli. Seguí caminando y me junté con los demás ciudadanos. Vi otra calle oscura. Me pareció ver brillar un ojo fosforescente. Sacudí la ca cabeza, me lo estaría imaginando. Metí mis manos en los bolsillo. Entonces una mano me tiró hacía tras cogiéndome del hombro. De nuevo estaba sumergido en la total oscuridad. Miré a Clark con asombro e intenté cerrar mi mente
-He aquí tu próximo trabajo- Me tendió otro papel y siguió caminando en la oscuridad.
Plot, plot. Continué chupando como una sanguijuela. Cuando el corazón de la chica dejó de palpitar aparté mis dientes de su carne. Pasé la lengua por los colmillos. Cogí a la joven en brazos y la llevé al camarero. La dejé sobre la barra. Al vampiro se le fueron los ojos tras la sangre
-Podéis hacer lo que queráis con ella- Le dije. Esbozó una sonrisa. Yo le respondí con otra
-Gracias- Respondió con una voz ronca, casi un siseo. Salí del bar de copas y volví a encontrarme a las excitadas vampiresas. Enseguida se desplazaron hasta abrazarme
-¿A quién has matado querido?- Inquirió una divertida
-A una chica mona- Repuse con una sonrisa maléfica en los labios
-¿Más mona que nosotras?- Preguntaron todas a la vez
-Eso es imposible- Afirmé. Una se colocó encima de mi y comenzó a besar mi cuello. Después nuestros labios se encontraron en un salvaje beso. La separé de mi
-Tengo que irme, adiós- Me despedí. Corrí hasta la salida y sin girarme levanté una mano y la agité varias veces. Cerré los ojos y me volví a concentrar en ser humano. Los abrí. Los vampiros me miraban desde el oscuro callejón. Podía observar sus ojos sádicos llenos de ira. Allí corría un gran peligro. Habían pasado 4 horas desde mi pequeña "aventura" en el bar. Me sentía fatal. Más o menos le había puesto los cuerno a Eli. Seguí caminando y me junté con los demás ciudadanos. Vi otra calle oscura. Me pareció ver brillar un ojo fosforescente. Sacudí la ca cabeza, me lo estaría imaginando. Metí mis manos en los bolsillo. Entonces una mano me tiró hacía tras cogiéndome del hombro. De nuevo estaba sumergido en la total oscuridad. Miré a Clark con asombro e intenté cerrar mi mente
-He aquí tu próximo trabajo- Me tendió otro papel y siguió caminando en la oscuridad.
Re: Dhampiro Daily I
Leí el papel detenidamente, su letra cursiva era fácil de entender. La carta decía:
No puedo hablar de esto, pues el poder del nuevo vampiro es escuchar con total claridad la conversaciones de sus perseguidores. El vampiro se aloja en el alcantarillado de la ciudad. Es ciego pero posee un oído hecho por los dioses del inframundo. Por lo tanto fíjate en tu pistola, por si le notas algún cambio ¡Jaja! ¡Aprende a usar las luces y todo estará hecho!
Arqué un poco las cejas. Las luces... Me desaparecí y al instante estuve en la habitación de Elisabeth. Para mi suerte no estaba allí. Rebusqué los trajes negros que había escondido en un cajón vacío de su armario. Los cogí y me los puse allí mismo. Contemplé mis manos. Ese traje definitivamente me favorecía. Volví a desaparecer. Ahora me encontraba encima de la tapadera de una alcantarilla. La observé con inquietud, fuera lo que fuera a ver hay dentro, no sería nada bueno. La abrí con cuidado. Introduje mis dos pies en las escalerillas. Bajé lentamente intentando no hacer mucho ruido. Me agarré fuerte de los mohosos escalones y metí una mano en la funda de la pistola. Era extraño, ahora era más plateada y tenía un cristal transparente soldado cuidadosamente en la parte de arriba. ¿Y eso me iba a ayudar? Sacudí la cabeza. Harto salté al agua produciendo salpicadas y un fuerte ruido
-¡Tu, sal de donde estés sanguijuela de mierda!- Bramé. Como me esperaba no ocurrió nada. Mantuve la pistola en alto y la mano fuertemente sujeta a la daga. Seguí caminando por el agua en putrefacción. Una mano asomó entre las aguas. Hice una mueca. Tiré de la mano. A la superficie salió el cadáver de un obrero. Todavía conservaba el casco amarillo. La cara estaba deformada y llena de... cicatrices con forma de una linea perfecta, muy profundas. Eso no podía ser de un vampiro. Había algo más. Sentí el frío tacto de un líquido viscoso en mi hombro. Giré la cabeza lentamente. Una sustancia que parecía saliva caía por mi chaqueta. Levanté la cabeza. Un perro. Un perro enorme, lleno de sangre, heridas, con los colmillos amarillentos listo para matar y los ojos grises y sin vida
-¡¡Aaah!!- Me aparté rápidamente. El perro zombie saltó del techo y cayó en el agua. No se movió. Profirió un fuerte aullido
-¡Mierda!- Exclamé. Sabía que a los zombies, al menos a los humanos, había que cortarles la cabeza de un tajo para acabar con ellos. Desenfundé la daga y comencé a disparar con la pistola. En seguida escuché muchos ladridos. Me apoyé en la pared y vi venir como unos seis perros más. Comencé a dar con la daga a diestro y siniestro. Uno se abalanzó hacía mi. Hundí la daga en su cuello y la corrí hasta cortarlo. Guardé la pistola y sujeté el arma blanca con las dos manos. Entonces apareció un perro mucho mayor. El único ojo que le quedaba era rojo sangre. Mostraba sus dientes gruñía ordenando a sus inferiores. Por primera vez en mucho tiempo sentí miedo, pánico a no seguir viviendo. Todos los perros se lazaron sobre mi y me hundieron en las profundidades del agua. Abajo había un agujero. Podía ver a los espíritus haciéndome señas con las manos, veía a mis padres. Estiré el brazo para llegar a sus manos. Si moría que mejor lugar que estar con ellos. Sentía los fuertes mordiscos de los perros enfurecidos. Y como no la mente me volvió a salvar, la mente y Clark. Cogí la pistola y inevitablemente la daga calló al submundo. Apreté los ojos con fuerza y grité cuanto pude. Una luz salió del diamante de la pistola. Una luz tan potente como el fuego ardiente. Los perros se retiraron y huyeron despavoridos, emitiendo gemidos y lamentos. En mis manos se grabaron dos profundas marcas con forma de espiral, marcas rojas llenas de luz. Abrí los ojos. Me encontraba en la superficie. La sangre volvió a mis brazos como hacía siempre. respiré hondo y recordé la imagen de mis padres. Me puse en pie y continué caminando. Eran innumerables los cuerpos inertes que flotaban en la alcantarilla. Llegué a una estancia completamente oscura. Mi sexto sentido me permitía ver con algo de nitidez. Sobré una mesa de madera había un cuerpo lleno de sangre y dos fisuras en el cuello. Esta caía por la madera al agua formando puntos rojos. Parpadeé intentando apartar el deseo de beber. Junto a la mesa había un vampiro. Era blanco como la cal y totalmente calvo. Llevaba una capa oscura. Cargué la pistola. El vampiro se giró y camino de un lado a otro sin acercarse a mi. Lo seguí detenidamente con la mirada. En un abrir y cerrar de ojos estuvo encima de mi. En las manos sujetaba un ensangrentado cuchillo de carnicero. Esquivé con agilidad sus golpes. Le metí un puñetazo. Se separó un poco de mi. Lo apunté y volvió a saltar. Me hundió el cuchillo en el corazón
-¡¡¡AAAAAH!!!- Miré el dedo cortado. No había sangre solo piel pero me dolía a horrores. Miré al vampiro con ira y cargué contra el. Le disparé a bocajarro. Se tambaleó. Pude ver centellear sus ojos blancos. Cayó al suelo de rodillas y finalmente se hundió en las tinieblas.
No puedo hablar de esto, pues el poder del nuevo vampiro es escuchar con total claridad la conversaciones de sus perseguidores. El vampiro se aloja en el alcantarillado de la ciudad. Es ciego pero posee un oído hecho por los dioses del inframundo. Por lo tanto fíjate en tu pistola, por si le notas algún cambio ¡Jaja! ¡Aprende a usar las luces y todo estará hecho!
Arqué un poco las cejas. Las luces... Me desaparecí y al instante estuve en la habitación de Elisabeth. Para mi suerte no estaba allí. Rebusqué los trajes negros que había escondido en un cajón vacío de su armario. Los cogí y me los puse allí mismo. Contemplé mis manos. Ese traje definitivamente me favorecía. Volví a desaparecer. Ahora me encontraba encima de la tapadera de una alcantarilla. La observé con inquietud, fuera lo que fuera a ver hay dentro, no sería nada bueno. La abrí con cuidado. Introduje mis dos pies en las escalerillas. Bajé lentamente intentando no hacer mucho ruido. Me agarré fuerte de los mohosos escalones y metí una mano en la funda de la pistola. Era extraño, ahora era más plateada y tenía un cristal transparente soldado cuidadosamente en la parte de arriba. ¿Y eso me iba a ayudar? Sacudí la cabeza. Harto salté al agua produciendo salpicadas y un fuerte ruido
-¡Tu, sal de donde estés sanguijuela de mierda!- Bramé. Como me esperaba no ocurrió nada. Mantuve la pistola en alto y la mano fuertemente sujeta a la daga. Seguí caminando por el agua en putrefacción. Una mano asomó entre las aguas. Hice una mueca. Tiré de la mano. A la superficie salió el cadáver de un obrero. Todavía conservaba el casco amarillo. La cara estaba deformada y llena de... cicatrices con forma de una linea perfecta, muy profundas. Eso no podía ser de un vampiro. Había algo más. Sentí el frío tacto de un líquido viscoso en mi hombro. Giré la cabeza lentamente. Una sustancia que parecía saliva caía por mi chaqueta. Levanté la cabeza. Un perro. Un perro enorme, lleno de sangre, heridas, con los colmillos amarillentos listo para matar y los ojos grises y sin vida
-¡¡Aaah!!- Me aparté rápidamente. El perro zombie saltó del techo y cayó en el agua. No se movió. Profirió un fuerte aullido
-¡Mierda!- Exclamé. Sabía que a los zombies, al menos a los humanos, había que cortarles la cabeza de un tajo para acabar con ellos. Desenfundé la daga y comencé a disparar con la pistola. En seguida escuché muchos ladridos. Me apoyé en la pared y vi venir como unos seis perros más. Comencé a dar con la daga a diestro y siniestro. Uno se abalanzó hacía mi. Hundí la daga en su cuello y la corrí hasta cortarlo. Guardé la pistola y sujeté el arma blanca con las dos manos. Entonces apareció un perro mucho mayor. El único ojo que le quedaba era rojo sangre. Mostraba sus dientes gruñía ordenando a sus inferiores. Por primera vez en mucho tiempo sentí miedo, pánico a no seguir viviendo. Todos los perros se lazaron sobre mi y me hundieron en las profundidades del agua. Abajo había un agujero. Podía ver a los espíritus haciéndome señas con las manos, veía a mis padres. Estiré el brazo para llegar a sus manos. Si moría que mejor lugar que estar con ellos. Sentía los fuertes mordiscos de los perros enfurecidos. Y como no la mente me volvió a salvar, la mente y Clark. Cogí la pistola y inevitablemente la daga calló al submundo. Apreté los ojos con fuerza y grité cuanto pude. Una luz salió del diamante de la pistola. Una luz tan potente como el fuego ardiente. Los perros se retiraron y huyeron despavoridos, emitiendo gemidos y lamentos. En mis manos se grabaron dos profundas marcas con forma de espiral, marcas rojas llenas de luz. Abrí los ojos. Me encontraba en la superficie. La sangre volvió a mis brazos como hacía siempre. respiré hondo y recordé la imagen de mis padres. Me puse en pie y continué caminando. Eran innumerables los cuerpos inertes que flotaban en la alcantarilla. Llegué a una estancia completamente oscura. Mi sexto sentido me permitía ver con algo de nitidez. Sobré una mesa de madera había un cuerpo lleno de sangre y dos fisuras en el cuello. Esta caía por la madera al agua formando puntos rojos. Parpadeé intentando apartar el deseo de beber. Junto a la mesa había un vampiro. Era blanco como la cal y totalmente calvo. Llevaba una capa oscura. Cargué la pistola. El vampiro se giró y camino de un lado a otro sin acercarse a mi. Lo seguí detenidamente con la mirada. En un abrir y cerrar de ojos estuvo encima de mi. En las manos sujetaba un ensangrentado cuchillo de carnicero. Esquivé con agilidad sus golpes. Le metí un puñetazo. Se separó un poco de mi. Lo apunté y volvió a saltar. Me hundió el cuchillo en el corazón
-¡¡¡AAAAAH!!!- Miré el dedo cortado. No había sangre solo piel pero me dolía a horrores. Miré al vampiro con ira y cargué contra el. Le disparé a bocajarro. Se tambaleó. Pude ver centellear sus ojos blancos. Cayó al suelo de rodillas y finalmente se hundió en las tinieblas.
Re: Dhampiro Daily I
-Capitulo 4-
Me desvanecí en el aire. No se porque aparecí en el puente de Brooklyn, junto a Clark. Observé mi dedo detenidamente, fijándome en cada parte de mi piel
-No me hablaste de perros zombies- Gruñí mirando con desprecio a Clark y enseñándole todos los cortes. Su vista se dirigió a las marcas grabadas con delicadeza en mis manos
-Me lo acabas de desvelar- Dijo saliendo se su ensimismamiento. Sacudí la cabeza
-¿Puedes hacer algo con esto?- Inquirí enseñándole el dedo corazón, o al menos lo que quedaba de el. Asintió con una sonrisa en los labios. Agitó un poco la mano. De mi corte comenzó a brotar una sustancia plateada que se solidificó y se volvió del tono de mi piel. Lo observé maravillado
-Ya has descubierto tu poder, Taylor- Murmuró de repente Clark. Lo miré arqueando las cejas. Dirigió su vista a mis manos. Contemplé mis marcas que infundían luz y felicidad. Sonreí
-Eres un portador de luz amigo- Continuó
-¿Qué soy un qué?- Pregunté extrañado
-Un transportador de luces, un vampiro muy poderoso, un poder insólito- Me explicó. Miré mis manos una, dos y tres veces
-Ahora que tu poder a salido a la luz, tu arma se ha dañado un poco más- Susurró agachando la cabeza
-Podrás usarlo bien o mal, dependiendo de tus fines, puedes ser un ángel o un demonio- Dijo. ¿Y si ahora me volvía un asesino? ¿O un salvador? Un mundo nuevo se abrió a mis pies.
Me desvanecí en el aire. No se porque aparecí en el puente de Brooklyn, junto a Clark. Observé mi dedo detenidamente, fijándome en cada parte de mi piel
-No me hablaste de perros zombies- Gruñí mirando con desprecio a Clark y enseñándole todos los cortes. Su vista se dirigió a las marcas grabadas con delicadeza en mis manos
-Me lo acabas de desvelar- Dijo saliendo se su ensimismamiento. Sacudí la cabeza
-¿Puedes hacer algo con esto?- Inquirí enseñándole el dedo corazón, o al menos lo que quedaba de el. Asintió con una sonrisa en los labios. Agitó un poco la mano. De mi corte comenzó a brotar una sustancia plateada que se solidificó y se volvió del tono de mi piel. Lo observé maravillado
-Ya has descubierto tu poder, Taylor- Murmuró de repente Clark. Lo miré arqueando las cejas. Dirigió su vista a mis manos. Contemplé mis marcas que infundían luz y felicidad. Sonreí
-Eres un portador de luz amigo- Continuó
-¿Qué soy un qué?- Pregunté extrañado
-Un transportador de luces, un vampiro muy poderoso, un poder insólito- Me explicó. Miré mis manos una, dos y tres veces
-Ahora que tu poder a salido a la luz, tu arma se ha dañado un poco más- Susurró agachando la cabeza
-Podrás usarlo bien o mal, dependiendo de tus fines, puedes ser un ángel o un demonio- Dijo. ¿Y si ahora me volvía un asesino? ¿O un salvador? Un mundo nuevo se abrió a mis pies.
Re: Dhampiro Daily I
Sentía el fuerte aire en la cara, veía toda la ciudad mientras reflexionaba. Allí, en la más alta punta del Empire State podía pensar con claridad, sin que nadie me molestara. Últimamente había habido muchos asesinatos, y como no provocados por vampiros, por lo tanto, el trabajo de cazarlos se estaba empezando a complicar. Solo sabía que los responsables eran dos gemelos que aparentaban unos 20 años. Temía por la vida de los humanos que conocía. ¿Y si los próximos en morir eran mis únicos amigos? Sacudí la cabeza para quitar esa idea de mi cabeza. Entonces con un fuerte ¡Plaz! apareció Clark
-¿Cómo sabías...?-
-Puedo entrar en tu mente ¿recuerdas?- Me cortó
-¿Novedades?- Inquirí. Asintió. Lo miré dubitativo hasta que comenzó a hablar
-Tenemos un nuevo cazador, principiante claro está- Explicó. Vaya novedades
-¿Y de los vampiros?- Pregunté apoyando la cabeza en mi mano
-Bueno... si mis cálculos no fallan... van a atacar esta noche- Repuso el. Lo miré perplejo, eso si que era una novedad
-¿Y cuáles son tus cálculos?- Dije cada vez más interesado
-Los días que han atacado siempre han sido de noche, por lo que no veo que vaya a ser distinto otro día, y sus ataques también han coincido con la noche de después de luna llena, supongo que porque los licántropos están más tranquilos- Explicó. Asentí pensativo.
El sol se perdió en el mar. Me dirigí a nuestra base, que era el puente. Cuando llegué vi al chico nuevo. Era blanco como la nieve y rubio platino, tenía unos brillantes ojos grises y los labios carmín. Estaba plagado de acné. Me miró con una expresión inescrutable. alcé la mano y la agité. Me senté junto a el, guardando distancias, contemplé a Clark
-Bueno... Bill te presentó a Taylor- Comenzó Clark, creo que no eran las palabras más apropiadas. Me miró con desprecio. ¿Quién se creía este que era? Pensé lleno de furia. Sentí la mirada prepotente de Clark
-Nos vamos a separar por toda la ciudad, por los puntos más posibles de ataque- Explicó
-¿Cómo sabías...?-
-Puedo entrar en tu mente ¿recuerdas?- Me cortó
-¿Novedades?- Inquirí. Asintió. Lo miré dubitativo hasta que comenzó a hablar
-Tenemos un nuevo cazador, principiante claro está- Explicó. Vaya novedades
-¿Y de los vampiros?- Pregunté apoyando la cabeza en mi mano
-Bueno... si mis cálculos no fallan... van a atacar esta noche- Repuso el. Lo miré perplejo, eso si que era una novedad
-¿Y cuáles son tus cálculos?- Dije cada vez más interesado
-Los días que han atacado siempre han sido de noche, por lo que no veo que vaya a ser distinto otro día, y sus ataques también han coincido con la noche de después de luna llena, supongo que porque los licántropos están más tranquilos- Explicó. Asentí pensativo.
El sol se perdió en el mar. Me dirigí a nuestra base, que era el puente. Cuando llegué vi al chico nuevo. Era blanco como la nieve y rubio platino, tenía unos brillantes ojos grises y los labios carmín. Estaba plagado de acné. Me miró con una expresión inescrutable. alcé la mano y la agité. Me senté junto a el, guardando distancias, contemplé a Clark
-Bueno... Bill te presentó a Taylor- Comenzó Clark, creo que no eran las palabras más apropiadas. Me miró con desprecio. ¿Quién se creía este que era? Pensé lleno de furia. Sentí la mirada prepotente de Clark
-Nos vamos a separar por toda la ciudad, por los puntos más posibles de ataque- Explicó
Re: Dhampiro Daily I
Los dos alumnos asentimos
-¿Y cuáles son esos puntos?- inquirió Bill, con una voz extremadamente refinada y cursi
-Tú, Bill, estarás la torre Chrysler- Le comunicó Clark. Señaló hacía mi
-Tú, en las afueras de la ciudad, por Douglaston en Long Island- Me dijo. Conocía perfectamente Douglaston, pues allí era donde vivía Elisabeth
-Y yo- Prosiguió -Estaré en el Empire State- Terminó su charla
-Bueno, creo que deberíamos a merodear ya, poneos vuestras ropas normales encima, pues si no llamaríais demasiado la atención- Nos aconsejó. Bill desapareció
-¿No podrías haber elegido a alguien peor?- Le discutí a Clark
-Puede sernos de mucha utilidad- Me explicó Clark
-Si como ¿Pidiendo compasión con su voz de niña buena?- Le reproché
-Contrólate- Dijo mirando mi cuerpo que temblaba como un flan
-¡¿¿Cómo quieres que me controle con esa pija como aprendiz??!- Exploté
-¡¡Es un invocador de almas!! ¡Y deja ya de comportarte como un niño!- Me gritó poniéndose por encima de mi. Clark era como mi segundo padre, siempre diciéndome lo que tenía que hacer. Bajé la mirada hasta mis pies. Conque un invocador de almas, si, y yo era un portador de luz
-Su poder es tan importante como el tuyo, dale tiempo y ya aprenderá- Se calmó un poco. Había olvidado que entraba en mi mente cuando le daba la gana. Que molesto era no tener intimidad. Me desaparecí en cuestión de segundos. Me situé en una tienda de ropa. Saqué mi cartera de un bolsillo. Me compré ropa nueva (pues la otra la había perdido por ahí) y me la puse en el probador. Volví a desaparecer. Enseguida reconocí la bonita avenida arbolada, llena de chalés, en la que vivía Eli. Todavía eran visibles los últimos rayos de sol. Me senté en un banco y fingí ser un turista extranjero mirando aquel paisaje. Suspiré. Cuanto tiempo tendría que estar allí, quizás toda la noche y para nada. Me levanté y me escondí encima de un árbol grueso. Desde allí se veía con claridad toda la gente que pasaba por la acera.
Las horas pasaban lentamente. No se movía ni la más mera hoja. Me había tumbado en el árbol y me había puesto el uniforme, que ahora me acostumbraba a llevar. Miré las estrellas, muchas tapadas por las frondosas ramas del árbol, aún así se veían con claridad, pues no había Luna que las deslumbrara. Entonces escuché unos pasos. Dos hombres de unos 20 años. Iban vestidos completamente de negro. Uno tenía el pelo caoba, repeinado hacía atrás, el otro en cambio tenía los cabellos azabaches muy despeinados. Algo me dijo que era mejor esperar. Me concentré en oír lo que decían
-Creo que si, esa chica pasa por aquí todas las noches y bien sola- Comentó el del pelo caoba, su hermano lo miró dudando
-Espero que no perdamos el tiempo- Dijo el otro dándole a una piedra con el pie. Se sentaron en el banco
-Extiendeme eso por la cabeza y grita que me he caído- Ordenó el de los pelos rojizos, que supongo que era el hermano mayor y jefe. El otro obedeció. Sacó un botecito de su riñonera negra y se lo puso en la frente al vampiro. Parecía sangre de verdad. El jefe fingió desmayarse. Al momento se escucharon otros pasos y un silbido que cantaba una dulce melodía. Casi me dio un vuelco al corazón al comprobar que era Elisabeth la chica de la que hablaban, su próxima víctima. Apreté los dientes
-¡Ah!- Gritó Eli. Se acercó corriendo al vampiro y lo inspeccionó
-¡Por favor, ayúdame regazza!- Suplicó el hermano menor, con acento italiano. Elisabeth se agachó y sacó un pañuelo blanco de su bolso. No sabía el que, pero algo me impedía moverme. El vampiro, dándose cuenta de que descubrirían su mentira se acercó sigilosamente a su cuello y abrió la boca enseñando los dientes. Mis párpados cayeron sin que yo los cerrara
Narrador vampiro:
Salté del tronco y me interpuse entre el vampiro y Elisabeth dándole un manotazo a ella, que la desplazó varios metros
-¡No le pondrás un dedo encima!- Bramé. Mostré mis colmillos. No sabía si era por amor o por deseo de la sangre de Eliasbeth, pero yo la defendería aunque después quisiera matarla
-¿Que harás?- Preguntó el del pelo repeinado levantándose del banco
-Mataros- Exclamé sonriendo
Narradora Elisabeth:
No sabía que ocurría. La sangre salía a montones de mi nariz y mi cabeza. Pronto perdería el conocimiento.
-¿Y cuáles son esos puntos?- inquirió Bill, con una voz extremadamente refinada y cursi
-Tú, Bill, estarás la torre Chrysler- Le comunicó Clark. Señaló hacía mi
-Tú, en las afueras de la ciudad, por Douglaston en Long Island- Me dijo. Conocía perfectamente Douglaston, pues allí era donde vivía Elisabeth
-Y yo- Prosiguió -Estaré en el Empire State- Terminó su charla
-Bueno, creo que deberíamos a merodear ya, poneos vuestras ropas normales encima, pues si no llamaríais demasiado la atención- Nos aconsejó. Bill desapareció
-¿No podrías haber elegido a alguien peor?- Le discutí a Clark
-Puede sernos de mucha utilidad- Me explicó Clark
-Si como ¿Pidiendo compasión con su voz de niña buena?- Le reproché
-Contrólate- Dijo mirando mi cuerpo que temblaba como un flan
-¡¿¿Cómo quieres que me controle con esa pija como aprendiz??!- Exploté
-¡¡Es un invocador de almas!! ¡Y deja ya de comportarte como un niño!- Me gritó poniéndose por encima de mi. Clark era como mi segundo padre, siempre diciéndome lo que tenía que hacer. Bajé la mirada hasta mis pies. Conque un invocador de almas, si, y yo era un portador de luz
-Su poder es tan importante como el tuyo, dale tiempo y ya aprenderá- Se calmó un poco. Había olvidado que entraba en mi mente cuando le daba la gana. Que molesto era no tener intimidad. Me desaparecí en cuestión de segundos. Me situé en una tienda de ropa. Saqué mi cartera de un bolsillo. Me compré ropa nueva (pues la otra la había perdido por ahí) y me la puse en el probador. Volví a desaparecer. Enseguida reconocí la bonita avenida arbolada, llena de chalés, en la que vivía Eli. Todavía eran visibles los últimos rayos de sol. Me senté en un banco y fingí ser un turista extranjero mirando aquel paisaje. Suspiré. Cuanto tiempo tendría que estar allí, quizás toda la noche y para nada. Me levanté y me escondí encima de un árbol grueso. Desde allí se veía con claridad toda la gente que pasaba por la acera.
Las horas pasaban lentamente. No se movía ni la más mera hoja. Me había tumbado en el árbol y me había puesto el uniforme, que ahora me acostumbraba a llevar. Miré las estrellas, muchas tapadas por las frondosas ramas del árbol, aún así se veían con claridad, pues no había Luna que las deslumbrara. Entonces escuché unos pasos. Dos hombres de unos 20 años. Iban vestidos completamente de negro. Uno tenía el pelo caoba, repeinado hacía atrás, el otro en cambio tenía los cabellos azabaches muy despeinados. Algo me dijo que era mejor esperar. Me concentré en oír lo que decían
-Creo que si, esa chica pasa por aquí todas las noches y bien sola- Comentó el del pelo caoba, su hermano lo miró dudando
-Espero que no perdamos el tiempo- Dijo el otro dándole a una piedra con el pie. Se sentaron en el banco
-Extiendeme eso por la cabeza y grita que me he caído- Ordenó el de los pelos rojizos, que supongo que era el hermano mayor y jefe. El otro obedeció. Sacó un botecito de su riñonera negra y se lo puso en la frente al vampiro. Parecía sangre de verdad. El jefe fingió desmayarse. Al momento se escucharon otros pasos y un silbido que cantaba una dulce melodía. Casi me dio un vuelco al corazón al comprobar que era Elisabeth la chica de la que hablaban, su próxima víctima. Apreté los dientes
-¡Ah!- Gritó Eli. Se acercó corriendo al vampiro y lo inspeccionó
-¡Por favor, ayúdame regazza!- Suplicó el hermano menor, con acento italiano. Elisabeth se agachó y sacó un pañuelo blanco de su bolso. No sabía el que, pero algo me impedía moverme. El vampiro, dándose cuenta de que descubrirían su mentira se acercó sigilosamente a su cuello y abrió la boca enseñando los dientes. Mis párpados cayeron sin que yo los cerrara
Narrador vampiro:
Salté del tronco y me interpuse entre el vampiro y Elisabeth dándole un manotazo a ella, que la desplazó varios metros
-¡No le pondrás un dedo encima!- Bramé. Mostré mis colmillos. No sabía si era por amor o por deseo de la sangre de Eliasbeth, pero yo la defendería aunque después quisiera matarla
-¿Que harás?- Preguntó el del pelo repeinado levantándose del banco
-Mataros- Exclamé sonriendo
Narradora Elisabeth:
No sabía que ocurría. La sangre salía a montones de mi nariz y mi cabeza. Pronto perdería el conocimiento.
Re: Dhampiro Daily I
Miré hacía Taylor. Todo me era muy confuso. ¿De dónde había sacado esa fuerza? Oía los gritos de guerra del desconocido y Taylor. Veía como se metían puñetazos por todas partes y gemían de dolor, pero no sangraban. Taylor le propinó un puñetazo en el estomago al otro chico. Este retrocedió tapándose la barriga. Entonces vi al chico al que le sangraba la frente. Acorralaron a Taylor
Narrador vampiro:
Me hundieron a puñetazos y patadas. Tenía contusiones por todo el cuerpo. Mordí la pierna de uno de ellos. Clavó sus uñas en mi espalda
-¡Panda de sabandijas!- Exclamé. Y fue lo último que dije antes de ser arrastrado varios metros y estamparme contra el árbol que me había servido de escondite. Palpé cada centímetro de mi piel que me dolía a horrores. Cerré un poco los ojos. Me habían pegado tal patada que casi me habían dejado inconsciente. Pero una oleada de miedo recorrió mi cuerpo. Abrí los ojos de golpe. Casi era tarde. Podía ver sus ojos temerosos, suplicándome que la salvara. Me levanté y corrí hasta desaparecer. Me abalancé sobre los dos y apreté los ojos con fuerza. Y de nuevo el calor llegó a mi piel
-¿Qué es esto?- Gritó uno de los hermanos
-¡Basta!- Bramó el otro. Continué, gastando todas mis energías, tenía que salvar a Elisabeth
-¡Te encontraremos!- Gritaron los hermanos a coro antes de desaparecer. Abrí los ojos. Vi el cuerpo de Eli que me observaba con admiración. Me acerqué a ella y me agaché. Abrí los labios y pasé la lengua por mis afilados colmillos. Olí su cuello. Asentí con aprobación y me situé a un centímetro de su fina piel. De repente algo me agarró de los brazos y me empujó hacía atrás. Gruñí. Concentré toda mi fuerza en librarme de esos brazos prisioneros
-¡Vuelve a ser tu Taylor!- Dijo la voz de Clark. Me metió una torta que quemó mis mejillas
Narrador humano:
Elisabeth me miraba con la mano en los labios, llena de terror. Dejé de hacer fuerza y caí al suelo. Clark me sujetó
-Tranquilo...- Me susurró al oído amablemente. Soltó mis brazos y me desvanecí en la acera. Ya está. Lo había descubierto. Me tendría miedo eternamente. Cerré los ojos y me sumergí en un profundo... sueño no es exactamente la palabra.
Desperté en un cobertizo oscuro. Había una pequeña ventana por la que entraba luz. Escuchaba el chapoteo del agua contra los cristales. Me incorporé y miré a mi alrededor. Era una casa llena de cajas viejas de cartón. Olía a humedad. Me tumbé de nuevo en la cama e intenté recordarlo todo con claridad
-Lo sabe, está en un hospital- Anunció la voz refinada de Bill. Me sorprendió verlo a mi lado. Su cabello rubio estaba nuevamente despeinado y le rozaba suavemente los hombros. Sonrió
-Te desmayaste hace unas 4 horas- Me explicó. Me levanté y le estreché la mano
-Gracias- Murmuré -¿En qué habitación...?-
-215- Me cortó. Asentí con una sonrisa y aparecí en el hospital. Era una habitación blanca con dos enormes ventanas cerradas por persianas. En una camilla también blanca, revuelta en las sábanas y conectada a un respiradero se encontraba Elisabeth. Veía su pulso en una pantalla. Sonreí al verla más o menos bien, aunque una venda rodeaba su cabeza. Corrí hasta su cama y cogí su mano. Ladeó la cabeza y gimió. Pronunció unas palabras difíciles de entender
-Tay...lor- Balbuceó. Miré sus ojos que estaban cerrados. reí en silencio y acomodé mi cabeza en su hombro. Sentía su pecho subiendo y bajando. Me alegré de sentir su tacto otra vez. Era como su hubiesen transcurrido años. Además esta iba a ser mi última vez con ella. Me había descubierto y era muy arriesgado seguir aquí. Me apenaba pero así era y esta vez no me detendría. Apreté su mano con fuerza. Besé sus labios con dulzura. Entonces entreabrió los ojos. Al principio sentí como su pulso se aceleraba. Poco a poco fue ralentizándose
-Hola- Le saludé. Sonrió. Que sorpresa, pensé que ahora me odiaría. Ya le había hecho demasiado daño. Levantó la cabeza y empujó la mía hacía ella con sus manos. Sentí sus labios, su lengua... Era tan feliz en esos momentos. Me separé
-¿Sabes a lo qué estás besando?- Inquirí entristecido. Sacudió la cabeza
-No exactamente, pero un bicho raro- Bromeó riéndose. Me era tan difícil ver su tierna sonrisa juvenil
-Soy un vampiro, Elisabeth- Le confesé seriamente. Me miró sorprendida y rompió a reír. No le veía la gracia. Para demostrarlo corrí por toda la habitación desapareciendo por momentos. Me miró perpleja
-Lo siento, ya he hecho demasiado mal- Agaché la cabeza y apreté los puños
-Tay...- Desaparecí y la dejé con la palabra en la boca
Narrador vampiro:
Me hundieron a puñetazos y patadas. Tenía contusiones por todo el cuerpo. Mordí la pierna de uno de ellos. Clavó sus uñas en mi espalda
-¡Panda de sabandijas!- Exclamé. Y fue lo último que dije antes de ser arrastrado varios metros y estamparme contra el árbol que me había servido de escondite. Palpé cada centímetro de mi piel que me dolía a horrores. Cerré un poco los ojos. Me habían pegado tal patada que casi me habían dejado inconsciente. Pero una oleada de miedo recorrió mi cuerpo. Abrí los ojos de golpe. Casi era tarde. Podía ver sus ojos temerosos, suplicándome que la salvara. Me levanté y corrí hasta desaparecer. Me abalancé sobre los dos y apreté los ojos con fuerza. Y de nuevo el calor llegó a mi piel
-¿Qué es esto?- Gritó uno de los hermanos
-¡Basta!- Bramó el otro. Continué, gastando todas mis energías, tenía que salvar a Elisabeth
-¡Te encontraremos!- Gritaron los hermanos a coro antes de desaparecer. Abrí los ojos. Vi el cuerpo de Eli que me observaba con admiración. Me acerqué a ella y me agaché. Abrí los labios y pasé la lengua por mis afilados colmillos. Olí su cuello. Asentí con aprobación y me situé a un centímetro de su fina piel. De repente algo me agarró de los brazos y me empujó hacía atrás. Gruñí. Concentré toda mi fuerza en librarme de esos brazos prisioneros
-¡Vuelve a ser tu Taylor!- Dijo la voz de Clark. Me metió una torta que quemó mis mejillas
Narrador humano:
Elisabeth me miraba con la mano en los labios, llena de terror. Dejé de hacer fuerza y caí al suelo. Clark me sujetó
-Tranquilo...- Me susurró al oído amablemente. Soltó mis brazos y me desvanecí en la acera. Ya está. Lo había descubierto. Me tendría miedo eternamente. Cerré los ojos y me sumergí en un profundo... sueño no es exactamente la palabra.
Desperté en un cobertizo oscuro. Había una pequeña ventana por la que entraba luz. Escuchaba el chapoteo del agua contra los cristales. Me incorporé y miré a mi alrededor. Era una casa llena de cajas viejas de cartón. Olía a humedad. Me tumbé de nuevo en la cama e intenté recordarlo todo con claridad
-Lo sabe, está en un hospital- Anunció la voz refinada de Bill. Me sorprendió verlo a mi lado. Su cabello rubio estaba nuevamente despeinado y le rozaba suavemente los hombros. Sonrió
-Te desmayaste hace unas 4 horas- Me explicó. Me levanté y le estreché la mano
-Gracias- Murmuré -¿En qué habitación...?-
-215- Me cortó. Asentí con una sonrisa y aparecí en el hospital. Era una habitación blanca con dos enormes ventanas cerradas por persianas. En una camilla también blanca, revuelta en las sábanas y conectada a un respiradero se encontraba Elisabeth. Veía su pulso en una pantalla. Sonreí al verla más o menos bien, aunque una venda rodeaba su cabeza. Corrí hasta su cama y cogí su mano. Ladeó la cabeza y gimió. Pronunció unas palabras difíciles de entender
-Tay...lor- Balbuceó. Miré sus ojos que estaban cerrados. reí en silencio y acomodé mi cabeza en su hombro. Sentía su pecho subiendo y bajando. Me alegré de sentir su tacto otra vez. Era como su hubiesen transcurrido años. Además esta iba a ser mi última vez con ella. Me había descubierto y era muy arriesgado seguir aquí. Me apenaba pero así era y esta vez no me detendría. Apreté su mano con fuerza. Besé sus labios con dulzura. Entonces entreabrió los ojos. Al principio sentí como su pulso se aceleraba. Poco a poco fue ralentizándose
-Hola- Le saludé. Sonrió. Que sorpresa, pensé que ahora me odiaría. Ya le había hecho demasiado daño. Levantó la cabeza y empujó la mía hacía ella con sus manos. Sentí sus labios, su lengua... Era tan feliz en esos momentos. Me separé
-¿Sabes a lo qué estás besando?- Inquirí entristecido. Sacudió la cabeza
-No exactamente, pero un bicho raro- Bromeó riéndose. Me era tan difícil ver su tierna sonrisa juvenil
-Soy un vampiro, Elisabeth- Le confesé seriamente. Me miró sorprendida y rompió a reír. No le veía la gracia. Para demostrarlo corrí por toda la habitación desapareciendo por momentos. Me miró perpleja
-Lo siento, ya he hecho demasiado mal- Agaché la cabeza y apreté los puños
-Tay...- Desaparecí y la dejé con la palabra en la boca
Re: Dhampiro Daily I
Valla novela!
Le iré leyendo poco a poco, ahora eh leido la intro y parte del capitulo 1
Te puedo decir que vas para escritora eh!
Le iré leyendo poco a poco, ahora eh leido la intro y parte del capitulo 1
Te puedo decir que vas para escritora eh!
Re: Dhampiro Daily I
Aparecí en nuestro lugar de reunión. Allí, como no, estaba Clark, posiblemente esperándome
-Me voy...- Murmuré. Me miró a los ojos
-Ya le he echo demasiado daño, y siento que cada vez voy a ser... peor- Le expliqué. Asintió
-Bueno... fue un placer- Me despedí. Alzó su mano justo antes de que desapareciera. Lo miré extrañado ¿Quería hacerme esto más difícil?
-Lo único que puede salvarte, es el amor- Me confió. ¿El amor? Negué con la cabeza
-Soy un monstruo, nada puede cambiar eso- Insistí
-¿No te sientes más humano cuando estás con ella?- Inquirió. No respondí. Era verdad. Cuando estaba con ella mis temores desaparecían, sentía un corazón imaginario palpitando en mi pecho
-Le romperás el corazón y además serás un demonio- Continuó. Abrí la boca para decir algo, pero de inmediato la cerré
-Me lo pensaré- Sentencié
-¡Espera! Toma esto- Gritó. Me tendió la bolsa en la que siempre llevaba los equipajes
-No tiene fin, está hecha por duendes- Me dijo. Le sonreí. Desaparecí. La imagen de Clark todavía era visible en mi cabeza. El viento helado llegaba hasta mi cara y me producía alivio. Caminé por el desierto congelado de Alaska. Los árboles sin hojas recorrían todo los senderos. Me senté bajo uno de los arboles. Retiré la nieve haciendo un muro. Cogí ramas, que llevarían allí varías semanas, quizás meses, y las coloqué bajo mi cuerpo haciendo un colchón. Me quité la camiseta y me la puse bajo la cabeza
-Que mierda de vida- Le susurré al viento. Escuchaba los aullidos de los lobos. No se cuanto tiempo pasó, pero a cada momento me sentía más desdichado. Ahora si que no tenía corazón. Me puse rápidamente la camiseta. Aparecí en la blanca habitación del hospital. Elisabeth tenía los ojos abiertos, bañados en lágrimas. Corrí hasta ella. Agarré su mano. Dos gotitas bajaron por mis mejillas
-¡Lo siento- Grité rompiendo a llorar
-Yo no he elegido esto... yo... no quería hacerte- Colocó un dedo en mis labios. Deje de hablar. La miré a los ojos y comprobé que sonreía. Ahora sabía que no podría separarme de Elisabeth
-Te quiero- Susurré. Acerqué mi cabeza y apreté sus labios contra los míos.
-Me voy...- Murmuré. Me miró a los ojos
-Ya le he echo demasiado daño, y siento que cada vez voy a ser... peor- Le expliqué. Asintió
-Bueno... fue un placer- Me despedí. Alzó su mano justo antes de que desapareciera. Lo miré extrañado ¿Quería hacerme esto más difícil?
-Lo único que puede salvarte, es el amor- Me confió. ¿El amor? Negué con la cabeza
-Soy un monstruo, nada puede cambiar eso- Insistí
-¿No te sientes más humano cuando estás con ella?- Inquirió. No respondí. Era verdad. Cuando estaba con ella mis temores desaparecían, sentía un corazón imaginario palpitando en mi pecho
-Le romperás el corazón y además serás un demonio- Continuó. Abrí la boca para decir algo, pero de inmediato la cerré
-Me lo pensaré- Sentencié
-¡Espera! Toma esto- Gritó. Me tendió la bolsa en la que siempre llevaba los equipajes
-No tiene fin, está hecha por duendes- Me dijo. Le sonreí. Desaparecí. La imagen de Clark todavía era visible en mi cabeza. El viento helado llegaba hasta mi cara y me producía alivio. Caminé por el desierto congelado de Alaska. Los árboles sin hojas recorrían todo los senderos. Me senté bajo uno de los arboles. Retiré la nieve haciendo un muro. Cogí ramas, que llevarían allí varías semanas, quizás meses, y las coloqué bajo mi cuerpo haciendo un colchón. Me quité la camiseta y me la puse bajo la cabeza
-Que mierda de vida- Le susurré al viento. Escuchaba los aullidos de los lobos. No se cuanto tiempo pasó, pero a cada momento me sentía más desdichado. Ahora si que no tenía corazón. Me puse rápidamente la camiseta. Aparecí en la blanca habitación del hospital. Elisabeth tenía los ojos abiertos, bañados en lágrimas. Corrí hasta ella. Agarré su mano. Dos gotitas bajaron por mis mejillas
-¡Lo siento- Grité rompiendo a llorar
-Yo no he elegido esto... yo... no quería hacerte- Colocó un dedo en mis labios. Deje de hablar. La miré a los ojos y comprobé que sonreía. Ahora sabía que no podría separarme de Elisabeth
-Te quiero- Susurré. Acerqué mi cabeza y apreté sus labios contra los míos.
Re: Dhampiro Daily I
Cuando le dieron el alta a Elisabeth, lo primero que hizo fue correr hasta mis brazos. La cogí con destreza y besé su mejilla
-¿Dónde quieres que te lleve?- Inquirí al salir del hospital, después de escuchar las infinitas recomendaciones de la enfermera
-A donde tu quieras- Respondió. Coloqué la mano en su mentón y acerqué lentamente sus labios. Comprobé sus ardientes ojos topacios, que irradiaban felicidad
-Ven- Le susurré. Entrelacé nuestros dedos. Miré hacía todos lados. cuando me hube asegurado que no había nadie mirando, corrí hasta alcanzar velocidades de vértigo.
Cuando empecé a ver con nitidez me encontraba justo donde quería. Le eché una ojeada a Elisabeth, a la que se le habían caído los años, tenía la cara morada como una mora. Me reí. Me miró con cara de pocos amigos
-No sabes lo guapa que estás cuando te enfadas- Dije. Hizo una mueca burlona. Le guiñé un ojos. Caminé hasta la entrada de un bosque de galería. Parecía tenebroso. Tenía la entrada rodeada de zarzas y un cartel tallado en maderas rezaba
Tierras élficas
Sabía que el camino estaba plagado de peligros, pero los elfos eran muy listos y habían preferido dejar en paz a los vampiros, por lo que me podía introducir con total tranquilidad en su terreno
-Los elfos, siempre tan refinados- Exclamé olisqueando el perfume del aire. Elisabeth me miró confundida. Sacudí la cabeza
-Creo que vamos a tener que... correr... de nuevo- Admití. Los ojos de Elisabeth se clavaron en mi. Alcé las manos en señal de que no podía hacerle nada
-Esta bien...- Accedió. Cogió fuertemente mi mano. Corrí hasta desaparecer. Iba esquivando con agilidad todos los árboles y las otras malezas que habían cultivado los elfos. Me paré en seco. Allí estaba. Aquel precioso edificio, construido por duendes, lo había encontrado en mi difícil niñez. Allí había pasado las buenas y las malas, ese era mi verdadero hogar. Era una casa suspendida en las dos ramas de un árbol. Cuando la encontré eran unas maderas destartaladas, pero logré convencer a los duendes de que me construyeran una casa donde poder vivir. Y la casita se conservaba perfectamente. Tenía sus ventanas de cristal veneciano, una escalerilla de maderas preciosas, y un tejado de barros traídos de la tierra de los gnomos. Incluso, en la ventanuca que me daba sol, estaba la flor amarilla que algún día tomé por compañera. Sonreí al ver todo aquello. Comencé a subir las escaleras
-Sube- Grité cuando llegué arriba. Vi a la chica poner un pie en las maderas
-¿Esto no se caerá verdad?- Preguntó. Asomé la cabeza por la entrada
-¿Cómo se va a caer esa madera?- Resoplé. No recordaba lo bonita que era por dentro. Había una cama de plumón de oca, con pedrerías incrustadas. Había un armario de roble, un armario sin fin posible, también había un espejito apoyado en una mesa auxiliar. Recuerdo que ese espejo lo encontré en los restos... Se me hacía complicado recordar eso. El incendio en el que habían muerto mis padres, o bueno, mejor dicho mi madre... Por ello odiaba a mi padre ¿Cómo no había venido a buscarme? Sacudí la cabeza para borrar esas ideas. Miré fijamente al espejo
-¡Guau!- Escuché la voz de Eli, que sonaba excitada. Salí de mi ensimismamiento.
-¿Dónde quieres que te lleve?- Inquirí al salir del hospital, después de escuchar las infinitas recomendaciones de la enfermera
-A donde tu quieras- Respondió. Coloqué la mano en su mentón y acerqué lentamente sus labios. Comprobé sus ardientes ojos topacios, que irradiaban felicidad
-Ven- Le susurré. Entrelacé nuestros dedos. Miré hacía todos lados. cuando me hube asegurado que no había nadie mirando, corrí hasta alcanzar velocidades de vértigo.
Cuando empecé a ver con nitidez me encontraba justo donde quería. Le eché una ojeada a Elisabeth, a la que se le habían caído los años, tenía la cara morada como una mora. Me reí. Me miró con cara de pocos amigos
-No sabes lo guapa que estás cuando te enfadas- Dije. Hizo una mueca burlona. Le guiñé un ojos. Caminé hasta la entrada de un bosque de galería. Parecía tenebroso. Tenía la entrada rodeada de zarzas y un cartel tallado en maderas rezaba
Tierras élficas
Sabía que el camino estaba plagado de peligros, pero los elfos eran muy listos y habían preferido dejar en paz a los vampiros, por lo que me podía introducir con total tranquilidad en su terreno
-Los elfos, siempre tan refinados- Exclamé olisqueando el perfume del aire. Elisabeth me miró confundida. Sacudí la cabeza
-Creo que vamos a tener que... correr... de nuevo- Admití. Los ojos de Elisabeth se clavaron en mi. Alcé las manos en señal de que no podía hacerle nada
-Esta bien...- Accedió. Cogió fuertemente mi mano. Corrí hasta desaparecer. Iba esquivando con agilidad todos los árboles y las otras malezas que habían cultivado los elfos. Me paré en seco. Allí estaba. Aquel precioso edificio, construido por duendes, lo había encontrado en mi difícil niñez. Allí había pasado las buenas y las malas, ese era mi verdadero hogar. Era una casa suspendida en las dos ramas de un árbol. Cuando la encontré eran unas maderas destartaladas, pero logré convencer a los duendes de que me construyeran una casa donde poder vivir. Y la casita se conservaba perfectamente. Tenía sus ventanas de cristal veneciano, una escalerilla de maderas preciosas, y un tejado de barros traídos de la tierra de los gnomos. Incluso, en la ventanuca que me daba sol, estaba la flor amarilla que algún día tomé por compañera. Sonreí al ver todo aquello. Comencé a subir las escaleras
-Sube- Grité cuando llegué arriba. Vi a la chica poner un pie en las maderas
-¿Esto no se caerá verdad?- Preguntó. Asomé la cabeza por la entrada
-¿Cómo se va a caer esa madera?- Resoplé. No recordaba lo bonita que era por dentro. Había una cama de plumón de oca, con pedrerías incrustadas. Había un armario de roble, un armario sin fin posible, también había un espejito apoyado en una mesa auxiliar. Recuerdo que ese espejo lo encontré en los restos... Se me hacía complicado recordar eso. El incendio en el que habían muerto mis padres, o bueno, mejor dicho mi madre... Por ello odiaba a mi padre ¿Cómo no había venido a buscarme? Sacudí la cabeza para borrar esas ideas. Miré fijamente al espejo
-¡Guau!- Escuché la voz de Eli, que sonaba excitada. Salí de mi ensimismamiento.
Re: Dhampiro Daily I
Me tumbé en la cama. Le indiqué a Elisabeth que viniera. Se tumbó a mi lado
-¿Qué era ese espejo?- Inquirió abrazando mi cintura. Pasé el brazo por su espalda
-Un recuerdo...- Contesté, casi en un murmullo. Me miró con aquellos ojos saltones que tanto me gustaban
-¿Qué recuerdo?- Preguntó con delicadeza, pretendía no herir mis sentimientos
-El incendio en el que murió mi madre... desde ese día había vivido... bueno, aquí- Repuse mirando a la nada. Se acercó a mis mejillas y las besó con dulzura. Me di la vuelta y la apreté fuerte contra mi pecho
-Gracias- Susurré. Colocó sus manos en mis espalda. Me separé un poco y la besé tiernamente. Intenté despegar nuestros labios, pues sabía que ella necesitaba respirar. Me detuvo. Sentí sus brazos en mis cuello y sus manos acariciándome el pelo. Sin darme cuenta se situó sobre mi. Esta vez no puedo pararme. La miré a los ojos. ¿En realidad? ¿Qué importaba la edad? Muchas ideas recorrían mi cabeza y no me dejaban pensar con claridad. Finalmente busqué rápidamente sus labios y los apreté contra los míos. Ahora no tenía dudas, para una vez en mi vida, no ocurriría nada. Introdujo las manos en mi pecho, me quitó la camiseta con facilidad. Acaricié sus cabellos y los alboroté. Desabroché su sujetador y me deshice de su top. La miré asombrado. Me respondió con una sonrisa pícara. Nos terminamos de desnudar mutuamente. Damos innumerables vueltas en la cama. Llevé los labios hasta su cuello. Saboreé cada centímetro de su piel. Levantó mi cabeza con una mano para besarme. Mordió mi labio inferior. Mis manos bajaron hasta su cintura. Beso mi pecho con delicadeza. Y ahí, tan excitados como estábamos, nuestros cuerpos se fundieron en uno solo, y la noche transcurrió, entre gemidos, besos y otras muchas buenas sensaciones...
-¿Qué era ese espejo?- Inquirió abrazando mi cintura. Pasé el brazo por su espalda
-Un recuerdo...- Contesté, casi en un murmullo. Me miró con aquellos ojos saltones que tanto me gustaban
-¿Qué recuerdo?- Preguntó con delicadeza, pretendía no herir mis sentimientos
-El incendio en el que murió mi madre... desde ese día había vivido... bueno, aquí- Repuse mirando a la nada. Se acercó a mis mejillas y las besó con dulzura. Me di la vuelta y la apreté fuerte contra mi pecho
-Gracias- Susurré. Colocó sus manos en mis espalda. Me separé un poco y la besé tiernamente. Intenté despegar nuestros labios, pues sabía que ella necesitaba respirar. Me detuvo. Sentí sus brazos en mis cuello y sus manos acariciándome el pelo. Sin darme cuenta se situó sobre mi. Esta vez no puedo pararme. La miré a los ojos. ¿En realidad? ¿Qué importaba la edad? Muchas ideas recorrían mi cabeza y no me dejaban pensar con claridad. Finalmente busqué rápidamente sus labios y los apreté contra los míos. Ahora no tenía dudas, para una vez en mi vida, no ocurriría nada. Introdujo las manos en mi pecho, me quitó la camiseta con facilidad. Acaricié sus cabellos y los alboroté. Desabroché su sujetador y me deshice de su top. La miré asombrado. Me respondió con una sonrisa pícara. Nos terminamos de desnudar mutuamente. Damos innumerables vueltas en la cama. Llevé los labios hasta su cuello. Saboreé cada centímetro de su piel. Levantó mi cabeza con una mano para besarme. Mordió mi labio inferior. Mis manos bajaron hasta su cintura. Beso mi pecho con delicadeza. Y ahí, tan excitados como estábamos, nuestros cuerpos se fundieron en uno solo, y la noche transcurrió, entre gemidos, besos y otras muchas buenas sensaciones...
Re: Dhampiro Daily I
Capitulo 5-
Me asomé por la ventana. Todavía no había amanecido del todo. El sol traspasaba los árboles con facilidad y el bosque tenía un aspecto mucha más acogedor. Pasé la mano por mi frente y retiré unas gotas de sudor. Me apoyé en la ventana y el aire jugó con mis flequillos. Las hojas de los matorrales empezaron a moverse. Arqué una ceja, curioso. De los arbustos salió un precioso pegaso de un blanco inmaculado. Lo observé con tranquilidad. En su lomo se reflejaba todo con total nitidez. Que bello animal, pensé. Y entonces una gran idea llegó a mi cabeza. Bajé de la casa suspendida en las viejas ramas del árbol. El pegaso me miró, con sus dos ojos verdes similares a las esmeraldas. Me acerqué lentamente. Retrocedió alarmado
-Tranquilo...- Murmuré. Parecía bastante agitado. Me fijé en unas bayas rojas que había a mi lado. Cogí unas pocas y se las tendí. Poco a poco llegó hasta mis dedos. Olisqueó inseguro, abrió su boca y tomó todas las bayas. Sonreí. Probé otra vez. Me acerqué. Lo miré fijamente a los ojos. Alcé una mano. La bajé hasta su crin plateada. Lo acaricié con dulzura. Y ahora venía lo complicado. Cogí más bayas para darle todavía más seguridad. Se las comió apaciblemente. Monté en su lomo de un salto. Al principio pareció alterarse un poco. Le di unas palmaditas. Se relajó. Me reí. Bajé y le di más bayas. Subí como un tiro a la habitación. Llegué hasta la cama. En la almohada descansaba Elisabeth. Besé sus labios. Dio una vuelta. Levanté su rostro con un dedo y posé mis labios sobre su frente, sus mejillas, la punta de su nariz, hasta llegar a sus labios. Jugué con su lengua durante unos momentos. Abrió los ojos
-Uff... Buenos días- Sonrió bostezando, entrecerrando los ojos por la claridad
-Te tengo preparada una cosa- Le susurré al oído. Bajé los labios hasta su cuello. Se rió
-¿Y qué es?- Inquirió. Cogí su mano y la levanté de la cama
-Para empezar vístete- Le ordené. Asintió. Caminó pasivamente hasta el montón de ropa esparcido por el suelo. Después de vestirse me miró
-Venga, dime que es...- Suplicó ansiosa. Entrelacé nuestros dedos y bajé hasta donde descansaba el pegaso. Lo contemplo sorprendida antes de darme un achuchón. Señalé hacía las bayas
-Coge de esas y dáselas- Colocó la mano en su mentón, un tanto miedosa. Finalmente recogió unas bayas y se las puso delante al pegaso. Esté las comió. Monté a Eli en su lomo, no pareció molestarle. Cogí muchas bayas que guardé en un bolsillo. Le di unas pocas
-Vamos chico, sube hasta los cielos- Le susurré. Relinchó y como por arte de magia, comenzó a elevarse. Elisabeth profirió un grito. Puse una mano en su espalda y la aferré a mi
-Estas conmigo ¿No?- Pregunté. Asintió
-Pero...- Protestó
-Shhh- Le corte -Disfruta de las vistas- Le dije. Y así lo hicimos. El aire azotaba frío nuestros rostros. Elisabeth agarraba mi mano con fuerza y estaba pegada a mi pecho. Las alas del animal eran preciosas. Tenían destellos plateados y sus plumas eran de oro. Poco a poco nos fuimos acercando a un lago enorme. Tiré unas bayas hacía el agua. Raudo y veloz, el pegaso voló hacía ellas. Reí. La cara de Eli palideció. Y muy pero muy cerca del agua, el pegaso atrapó las bayas. Bajé una mano hasta tocar el agua. El pegaso colocó una de sus herraduras platinas en el agua. Salpicaron las gotas. El sol comenzaba a verse entre las arboladas montañas
-¡Uuuuh juuu!- Bramé. Elisabeth rió. La miré a los ojos
-Te quiero- Grité. Bajé rápidamente la cabeza y apreté sus labios contra los míos. Su mano acarició mi pelo. Que bonito, pensé sintiendo el leve perfume afrutado de las plumas del pegaso. Ya casi amanecía, sentía el liviano peso del animal bajo mi cuerpo y los cálidos labios de Elisabeth...
Me asomé por la ventana. Todavía no había amanecido del todo. El sol traspasaba los árboles con facilidad y el bosque tenía un aspecto mucha más acogedor. Pasé la mano por mi frente y retiré unas gotas de sudor. Me apoyé en la ventana y el aire jugó con mis flequillos. Las hojas de los matorrales empezaron a moverse. Arqué una ceja, curioso. De los arbustos salió un precioso pegaso de un blanco inmaculado. Lo observé con tranquilidad. En su lomo se reflejaba todo con total nitidez. Que bello animal, pensé. Y entonces una gran idea llegó a mi cabeza. Bajé de la casa suspendida en las viejas ramas del árbol. El pegaso me miró, con sus dos ojos verdes similares a las esmeraldas. Me acerqué lentamente. Retrocedió alarmado
-Tranquilo...- Murmuré. Parecía bastante agitado. Me fijé en unas bayas rojas que había a mi lado. Cogí unas pocas y se las tendí. Poco a poco llegó hasta mis dedos. Olisqueó inseguro, abrió su boca y tomó todas las bayas. Sonreí. Probé otra vez. Me acerqué. Lo miré fijamente a los ojos. Alcé una mano. La bajé hasta su crin plateada. Lo acaricié con dulzura. Y ahora venía lo complicado. Cogí más bayas para darle todavía más seguridad. Se las comió apaciblemente. Monté en su lomo de un salto. Al principio pareció alterarse un poco. Le di unas palmaditas. Se relajó. Me reí. Bajé y le di más bayas. Subí como un tiro a la habitación. Llegué hasta la cama. En la almohada descansaba Elisabeth. Besé sus labios. Dio una vuelta. Levanté su rostro con un dedo y posé mis labios sobre su frente, sus mejillas, la punta de su nariz, hasta llegar a sus labios. Jugué con su lengua durante unos momentos. Abrió los ojos
-Uff... Buenos días- Sonrió bostezando, entrecerrando los ojos por la claridad
-Te tengo preparada una cosa- Le susurré al oído. Bajé los labios hasta su cuello. Se rió
-¿Y qué es?- Inquirió. Cogí su mano y la levanté de la cama
-Para empezar vístete- Le ordené. Asintió. Caminó pasivamente hasta el montón de ropa esparcido por el suelo. Después de vestirse me miró
-Venga, dime que es...- Suplicó ansiosa. Entrelacé nuestros dedos y bajé hasta donde descansaba el pegaso. Lo contemplo sorprendida antes de darme un achuchón. Señalé hacía las bayas
-Coge de esas y dáselas- Colocó la mano en su mentón, un tanto miedosa. Finalmente recogió unas bayas y se las puso delante al pegaso. Esté las comió. Monté a Eli en su lomo, no pareció molestarle. Cogí muchas bayas que guardé en un bolsillo. Le di unas pocas
-Vamos chico, sube hasta los cielos- Le susurré. Relinchó y como por arte de magia, comenzó a elevarse. Elisabeth profirió un grito. Puse una mano en su espalda y la aferré a mi
-Estas conmigo ¿No?- Pregunté. Asintió
-Pero...- Protestó
-Shhh- Le corte -Disfruta de las vistas- Le dije. Y así lo hicimos. El aire azotaba frío nuestros rostros. Elisabeth agarraba mi mano con fuerza y estaba pegada a mi pecho. Las alas del animal eran preciosas. Tenían destellos plateados y sus plumas eran de oro. Poco a poco nos fuimos acercando a un lago enorme. Tiré unas bayas hacía el agua. Raudo y veloz, el pegaso voló hacía ellas. Reí. La cara de Eli palideció. Y muy pero muy cerca del agua, el pegaso atrapó las bayas. Bajé una mano hasta tocar el agua. El pegaso colocó una de sus herraduras platinas en el agua. Salpicaron las gotas. El sol comenzaba a verse entre las arboladas montañas
-¡Uuuuh juuu!- Bramé. Elisabeth rió. La miré a los ojos
-Te quiero- Grité. Bajé rápidamente la cabeza y apreté sus labios contra los míos. Su mano acarició mi pelo. Que bonito, pensé sintiendo el leve perfume afrutado de las plumas del pegaso. Ya casi amanecía, sentía el liviano peso del animal bajo mi cuerpo y los cálidos labios de Elisabeth...
Re: Dhampiro Daily I
Después del maravilloso vuelo por las alturas, aterrizamos en una explanada, rodeada de bonitos laureles. Le dejé las bayas al pegaso. Este relinchó. Acercó la cabeza para que lo acariciara
-Venga, vete y se libre- Le susurré. Pareció que me entendió a la perfección. Trotó y se esfumó entre el espeso follaje. Me dirigí a un viejo tronco, carcomido y derrumbado en la tierra. Me senté y cerré los ojos para sentir el canto de los pájaros. Sentí la cabeza de Elisabeth en mi hombro. Llevé una mano hasta su cabello
-Ahora que lo pienso... en el trabajo van a pensar que estoy muerto- Comenté entre risas. Abrí los ojos, Elisabeth me miraba. Acercó su cabeza y beso mis labios con extrema suavidad. Me senté frente a ella. Apreté su labios contra los míos. Sentía como los movía de arriba abajo, su lengua jugueteando con la mía... Entonces, una flecha paso por medio de nuestras cabezas. Nos separamos rápidamente y miramos en todas direcciones. La flecha, sin lugar a dudas, era élfica. Su madera era la de un sauce joven. Tenía dos largas plumas de fénix y una punta de platino. De entre los árboles apareció el esculpido rostro rubio de un elfo. Sus cabellos dorados le caían hasta rozar los hombros. Tenía unas grandes orejas puntiagudas y unas patillas que le llegaban hasta los hombros. En sus ojos verde chillón se reconocía la sabiduría de su antiguo pueblo. Se acercó hasta nosotros
-Toma, vampiro- Dijo tendiéndome un pergamino. Lo miré
-Lo manda el vampiro Clark- Me explicó. Asentí. Leí el pergamino
Hola,
Perdona si te molesto, porque como creo reconocer en tus pensamientos, estás con tu novia.
Ven debajo del puente, es importante.
Clark
Resoplé, en que momento elegía sus charlas
-Gracias, amable elfo- Murmuré
-Tengo que irme Eli- Le confesé
-Ok...- Se levantó apenada. Esbozó una bonita sonrisa. Corrí casi volando hasta ella y bese sus labios ardientemente
-Ya te veré- Me despedí
-Yo me encargaré de llevarla a su casa- Se ofreció el elfo
-Bueno, pues si no te importa... gracias- Estreché la suave mano del joven. Al momento aparecí en Brooklyn. Como siempre Clark no mostraba su cara
-¿Qué querías?- Inquirí un poco molesto, pues esto no parecía un habla de otra guerra
-Voy a hablarte de tu pasado- Repuso el. Estaba sentado, con la cabeza apoyada en su mano. Me quedé perplejo ¿Qué sabía el de mi pasado?
-Venga, vete y se libre- Le susurré. Pareció que me entendió a la perfección. Trotó y se esfumó entre el espeso follaje. Me dirigí a un viejo tronco, carcomido y derrumbado en la tierra. Me senté y cerré los ojos para sentir el canto de los pájaros. Sentí la cabeza de Elisabeth en mi hombro. Llevé una mano hasta su cabello
-Ahora que lo pienso... en el trabajo van a pensar que estoy muerto- Comenté entre risas. Abrí los ojos, Elisabeth me miraba. Acercó su cabeza y beso mis labios con extrema suavidad. Me senté frente a ella. Apreté su labios contra los míos. Sentía como los movía de arriba abajo, su lengua jugueteando con la mía... Entonces, una flecha paso por medio de nuestras cabezas. Nos separamos rápidamente y miramos en todas direcciones. La flecha, sin lugar a dudas, era élfica. Su madera era la de un sauce joven. Tenía dos largas plumas de fénix y una punta de platino. De entre los árboles apareció el esculpido rostro rubio de un elfo. Sus cabellos dorados le caían hasta rozar los hombros. Tenía unas grandes orejas puntiagudas y unas patillas que le llegaban hasta los hombros. En sus ojos verde chillón se reconocía la sabiduría de su antiguo pueblo. Se acercó hasta nosotros
-Toma, vampiro- Dijo tendiéndome un pergamino. Lo miré
-Lo manda el vampiro Clark- Me explicó. Asentí. Leí el pergamino
Hola,
Perdona si te molesto, porque como creo reconocer en tus pensamientos, estás con tu novia.
Ven debajo del puente, es importante.
Clark
Resoplé, en que momento elegía sus charlas
-Gracias, amable elfo- Murmuré
-Tengo que irme Eli- Le confesé
-Ok...- Se levantó apenada. Esbozó una bonita sonrisa. Corrí casi volando hasta ella y bese sus labios ardientemente
-Ya te veré- Me despedí
-Yo me encargaré de llevarla a su casa- Se ofreció el elfo
-Bueno, pues si no te importa... gracias- Estreché la suave mano del joven. Al momento aparecí en Brooklyn. Como siempre Clark no mostraba su cara
-¿Qué querías?- Inquirí un poco molesto, pues esto no parecía un habla de otra guerra
-Voy a hablarte de tu pasado- Repuso el. Estaba sentado, con la cabeza apoyada en su mano. Me quedé perplejo ¿Qué sabía el de mi pasado?
Re: Dhampiro Daily I
-¿De mi pasado?- Pregunté con un hilo de voz. Asintió. Todo quedó en silencio
-La historia se remonta a la edad media. El conde Drácula dejó mucho legado, mucho... Tu padre, nació en una familia rica, situada en medio de la ciudad, una familia de vampiros, la familia del conde... Cuando alcanzó la edad adulta comenzó a entrar en locura, dejó preñada a tu madre y se casó con ella. De este matrimonio nacieron dos hijos. Mató a la mujer con las más horribles torturas y abandonó a su suerte a los dos hijos, puesto que uno de ellos, sería uno de los vampiros más poderosos de todos los tiempos. Una familia, muy pobre, recogió a los dos niños desamparados-
-Mis padres...- Interrumpí
-El vampiro descendiente de Drácula, se enteró de que todavía sus dos niños vivían, y una noche, incendió la casa donde estos vivían, con la única intención de hacer que desaparecieran... Y se le cayó un espejo, un espejo capaz cumplir un único deseo...- Finalizó la historia. No podía creerlo
-¿Y cómo voy a creerte maldito mentiroso?- Le grité. Mi padre, al que siempre había odiado, era un simple plebeyo que había puesto sudor y sangre para mantenerme... Todo coincidía
-¿Por qué no me lo has dicho antes?- Rompí a llorar. Toda mi vida, era una mentira. Intentó darme la mano, se la aparté de un golpe
-¿Sabías todo esto y ni siquiera te dignaste...? ¡Eres un puto cabrón!- Bramé. Quería matarlo como mi padre había matado a mi madre, la madre que nunca conocí. Apreté los puños para no estallar. Aparecí en la cabaña. Rebusqué entre las cosas ¿Dónde había puesto el espejo? Ahora mismo la ira me dominaba
-¡Gemelos del mal, acudid a mi!- Bramé. Esperé unos segundos. Volví a gritar
-¿Querías algo? ¿Tal vez una revancha?- Reconocí la voz del hermano jefe. Esta vez llevaba los cabellos recogidos en una coleta
-Quiero que me ayudéis, ha matar a Nueva York- Les comuniqué. Ambos rieron
-¿Y por qué íbamos a ayudarte?- Preguntó el menor. Alcé los dos puños y les mostré las marcas
-Porque posiblemente sea uno de los vampiros más letales de la historia- Les afirmé. Había comprendido como usar mi poder, solo sintiendo, cualquier sentimiento. Lancé un rayo de luz hacía una rata que correteaba, quedó tiesa. Sonreí
-Creo que conocemos un bonito castillo descendiente de Drácula- Me confesaron los gemelos. Reí a carcajadas
-Pues vamos- Concluí. Nos cogimos de las manos y volamos hasta ese castillo.
-La historia se remonta a la edad media. El conde Drácula dejó mucho legado, mucho... Tu padre, nació en una familia rica, situada en medio de la ciudad, una familia de vampiros, la familia del conde... Cuando alcanzó la edad adulta comenzó a entrar en locura, dejó preñada a tu madre y se casó con ella. De este matrimonio nacieron dos hijos. Mató a la mujer con las más horribles torturas y abandonó a su suerte a los dos hijos, puesto que uno de ellos, sería uno de los vampiros más poderosos de todos los tiempos. Una familia, muy pobre, recogió a los dos niños desamparados-
-Mis padres...- Interrumpí
-El vampiro descendiente de Drácula, se enteró de que todavía sus dos niños vivían, y una noche, incendió la casa donde estos vivían, con la única intención de hacer que desaparecieran... Y se le cayó un espejo, un espejo capaz cumplir un único deseo...- Finalizó la historia. No podía creerlo
-¿Y cómo voy a creerte maldito mentiroso?- Le grité. Mi padre, al que siempre había odiado, era un simple plebeyo que había puesto sudor y sangre para mantenerme... Todo coincidía
-¿Por qué no me lo has dicho antes?- Rompí a llorar. Toda mi vida, era una mentira. Intentó darme la mano, se la aparté de un golpe
-¿Sabías todo esto y ni siquiera te dignaste...? ¡Eres un puto cabrón!- Bramé. Quería matarlo como mi padre había matado a mi madre, la madre que nunca conocí. Apreté los puños para no estallar. Aparecí en la cabaña. Rebusqué entre las cosas ¿Dónde había puesto el espejo? Ahora mismo la ira me dominaba
-¡Gemelos del mal, acudid a mi!- Bramé. Esperé unos segundos. Volví a gritar
-¿Querías algo? ¿Tal vez una revancha?- Reconocí la voz del hermano jefe. Esta vez llevaba los cabellos recogidos en una coleta
-Quiero que me ayudéis, ha matar a Nueva York- Les comuniqué. Ambos rieron
-¿Y por qué íbamos a ayudarte?- Preguntó el menor. Alcé los dos puños y les mostré las marcas
-Porque posiblemente sea uno de los vampiros más letales de la historia- Les afirmé. Había comprendido como usar mi poder, solo sintiendo, cualquier sentimiento. Lancé un rayo de luz hacía una rata que correteaba, quedó tiesa. Sonreí
-Creo que conocemos un bonito castillo descendiente de Drácula- Me confesaron los gemelos. Reí a carcajadas
-Pues vamos- Concluí. Nos cogimos de las manos y volamos hasta ese castillo.
Re: Dhampiro Daily I
EL agua enfurecida lanzaba ataques a las rocas del acantilado donde se hallaba el castillo. Este era negro, con un puente colgante que conducía a la entrada, vigilada por dos neófitos de hombros anchos. Sonreí al ver tal maravilla
-¿Le complace?- Preguntó el gemelo joven. Me froté las manos ¿Y esto a quién no complacía?
-¡Y ahora vamos a alimentarnos un poco chicos!- Grité eufórico. Ellos asintieron casi a la vez. Aparecimos dentro del castillos. El suelo era de un mármol azabache muy brillante. Era fácil deslizarse por el. Reconocí que ese era el inmenso salón. Un poco más lejos, subidos en una tarima, se encontraban dos tronos, los de los lados, tenían talladas en las maderas preciosas arañas, rostros de personas horrorizadas... El del centro, tallado en piedras blancas, tenía como cabecera un gran murciélago siempre expectante, y en los ojos de este había incrustados dos rubís. Del gran portón que conducía a las "cocinas" apareció un joven con expresión ausente
-Gemelos, señor- Me dirigió una mirada de admiración acompañada de una media sonrisa. Indicó los tronos con las dos manos
-Gracias, puede retirarse...- Dije complacido, pero no sabía el nombre
-Bryan- Asentí. Caminé hasta el trono del centro y me senté. Los cojines de plumón eran muy cómodos y el sillón era de cuero. Cerré los ojos y suspiré de pleno placer
-¿Cómo es que todos saben de mi llegada?- Pregunté a los dos gemelos, ahora mis socios
-Nuestras mentes son prodigiosas- Explicó el hermano mayor
-Y nuestros poderes también- Continuó el menor
-¿Cuáles son vuestros nombres?- La verdad tanto hermanamiento y apenas los conocía
-Darek- Respondió rápidamente el mayor
-Jared- Repuso el pequeño mirando a la nada. Pensé en la comida, estaba sediento. Abrí la boca pero al momento Darek dio dos palmadas. Bryan apareció en medio de la estancia, arrodillado
-Tráenos unos manjares Bryan- Le ordenó. Este esbozó una sonrisa
-Enseguida señor- Desapareció. Al momento vino con 3 muchachas de mediana edad, todas muy atractivas
-Abandona la estancia- Dijo Jared con autonomía. Cuando estuvimos solos abrí la boca para mostrar mis colmillos
Narrador vampiro:
Otra vez volví a mostrar mi hermosura. Recogí unos pelos tras la oreja
-Hola, señoras- Saludé sonriendo. Ellas me devolvieron la sonrisa. Una, la más alta, rubia platina y con los ojos castaños se acercó a mi. Besó mis labios salvajemente y luego dio un mordisco juguetón en mi cuello. Era impresionante, realmente Jared y Darek estaban... haciéndolo como si nada. Tragué saliva. Le quité la parte superior de la ajustada vestimenta y pasé los labios por sus pechos. Introdujo la manos en mis pantalones. reí de puro placer...
Así estuvimos horas. Cuando acabamos, ellas, parecían borrachas como cubas, habían tenido una noche... movidita. Jared fue el primero en actuar. Mostró sus dientes blancos como la nieve y los hundió en el cuello de su víctima. Después hizo lo mismo Darek, pero más salvajemente. La chica gimió de dolor. Yo me divertía con esto. Salté sobre la rubia, besé sus labios para darle un último momento de placer (así de compasivo era) y mordí su cuello con violencia. Profirió un grito de pánico.
-¿Le complace?- Preguntó el gemelo joven. Me froté las manos ¿Y esto a quién no complacía?
-¡Y ahora vamos a alimentarnos un poco chicos!- Grité eufórico. Ellos asintieron casi a la vez. Aparecimos dentro del castillos. El suelo era de un mármol azabache muy brillante. Era fácil deslizarse por el. Reconocí que ese era el inmenso salón. Un poco más lejos, subidos en una tarima, se encontraban dos tronos, los de los lados, tenían talladas en las maderas preciosas arañas, rostros de personas horrorizadas... El del centro, tallado en piedras blancas, tenía como cabecera un gran murciélago siempre expectante, y en los ojos de este había incrustados dos rubís. Del gran portón que conducía a las "cocinas" apareció un joven con expresión ausente
-Gemelos, señor- Me dirigió una mirada de admiración acompañada de una media sonrisa. Indicó los tronos con las dos manos
-Gracias, puede retirarse...- Dije complacido, pero no sabía el nombre
-Bryan- Asentí. Caminé hasta el trono del centro y me senté. Los cojines de plumón eran muy cómodos y el sillón era de cuero. Cerré los ojos y suspiré de pleno placer
-¿Cómo es que todos saben de mi llegada?- Pregunté a los dos gemelos, ahora mis socios
-Nuestras mentes son prodigiosas- Explicó el hermano mayor
-Y nuestros poderes también- Continuó el menor
-¿Cuáles son vuestros nombres?- La verdad tanto hermanamiento y apenas los conocía
-Darek- Respondió rápidamente el mayor
-Jared- Repuso el pequeño mirando a la nada. Pensé en la comida, estaba sediento. Abrí la boca pero al momento Darek dio dos palmadas. Bryan apareció en medio de la estancia, arrodillado
-Tráenos unos manjares Bryan- Le ordenó. Este esbozó una sonrisa
-Enseguida señor- Desapareció. Al momento vino con 3 muchachas de mediana edad, todas muy atractivas
-Abandona la estancia- Dijo Jared con autonomía. Cuando estuvimos solos abrí la boca para mostrar mis colmillos
Narrador vampiro:
Otra vez volví a mostrar mi hermosura. Recogí unos pelos tras la oreja
-Hola, señoras- Saludé sonriendo. Ellas me devolvieron la sonrisa. Una, la más alta, rubia platina y con los ojos castaños se acercó a mi. Besó mis labios salvajemente y luego dio un mordisco juguetón en mi cuello. Era impresionante, realmente Jared y Darek estaban... haciéndolo como si nada. Tragué saliva. Le quité la parte superior de la ajustada vestimenta y pasé los labios por sus pechos. Introdujo la manos en mis pantalones. reí de puro placer...
Así estuvimos horas. Cuando acabamos, ellas, parecían borrachas como cubas, habían tenido una noche... movidita. Jared fue el primero en actuar. Mostró sus dientes blancos como la nieve y los hundió en el cuello de su víctima. Después hizo lo mismo Darek, pero más salvajemente. La chica gimió de dolor. Yo me divertía con esto. Salté sobre la rubia, besé sus labios para darle un último momento de placer (así de compasivo era) y mordí su cuello con violencia. Profirió un grito de pánico.
Re: Dhampiro Daily I
Pasé la lengua por mis labios ensangrentados. Darek no paraba de acuchillar a la chica morena que yacía muerta sobre un charco carmín. Jared tenía los ojos inyectados en sangre pero apenas tocaba su comida, como si no la disfrutara. Los cabellos oscuros y alborotados del menor le daban un aspecto juvenil y alocado, pero en cambio era bastante tranquilo, como si siempre estuviera pensando. Mi dientes volvieron a su estado normal
Narrador humano:
-Que catástrofe...- Dije riéndome, contemplando la escena
-No te preocupes, el resto es para Bryan y los neófitos- Me explicó recogiendo todo el flequillo cobrizo que se le caía encima de los ojos. Sonreí
-Tu habitación es la torre derecha- Me señaló Jared. Sonreí y el hizo lo mismo. Me desplacé hasta mi cuarto. Este era muy moderno, al contrario que el resto de la casa. En un escritorio de cristal descansaba un Apple blanco y a su lado se estaba cargando un Ipod Touch. Había una cama individual, suspendida en el aire por unas finas panas transparentes y con las sabanas limpias y claras. Una libreria de vidrio, plagada de los libros más famosos del momento estaba colocada a la izquierda de la cama. También había unos altavoces de primera calidad y un montón de Cds de rock y pop esparcidos en una mesa auxiliar. Finalmente una gran ventana que ocupaba toda la pared le daba un estilo futurista.
Narrador humano:
-Que catástrofe...- Dije riéndome, contemplando la escena
-No te preocupes, el resto es para Bryan y los neófitos- Me explicó recogiendo todo el flequillo cobrizo que se le caía encima de los ojos. Sonreí
-Tu habitación es la torre derecha- Me señaló Jared. Sonreí y el hizo lo mismo. Me desplacé hasta mi cuarto. Este era muy moderno, al contrario que el resto de la casa. En un escritorio de cristal descansaba un Apple blanco y a su lado se estaba cargando un Ipod Touch. Había una cama individual, suspendida en el aire por unas finas panas transparentes y con las sabanas limpias y claras. Una libreria de vidrio, plagada de los libros más famosos del momento estaba colocada a la izquierda de la cama. También había unos altavoces de primera calidad y un montón de Cds de rock y pop esparcidos en una mesa auxiliar. Finalmente una gran ventana que ocupaba toda la pared le daba un estilo futurista.
Re: Dhampiro Daily I
Después de observar mi habitación con detenimiento, me fui a merodear por los pasillos. Agarré el espejo roto, me lo llevé frente a los ojos. Un solo deseo... Habría que pensarlo bien... Me escondí el espejo tras la espalda cuando vi aparecer a Bryan. Me miró de arriba abajo
-Buenas noches, señor- Saludó secamente. No saludé, ahora la ambición y el egoísmo eran los que mandaban, el deseo era mío y solo para mi. Tanto lo estaba apretando que de mis manos comenzaron a caer gotas de sangre. Desaparecí. Llegué a una parte desconocida del castillo. Era un gran muro con pinturas de chupa cabras y cosas anormales. Una puerta, de mármol, casi indiferenciable al lado del suelo se encontraba en medio de las pinturas. La observé con detenimiento. Una calavera surcaba el medio de la puerta y la manecilla era un fémur pintado de negro. Me invadieron deseos de saber lo que se escondía tras ella.
-Buenas noches, señor- Saludó secamente. No saludé, ahora la ambición y el egoísmo eran los que mandaban, el deseo era mío y solo para mi. Tanto lo estaba apretando que de mis manos comenzaron a caer gotas de sangre. Desaparecí. Llegué a una parte desconocida del castillo. Era un gran muro con pinturas de chupa cabras y cosas anormales. Una puerta, de mármol, casi indiferenciable al lado del suelo se encontraba en medio de las pinturas. La observé con detenimiento. Una calavera surcaba el medio de la puerta y la manecilla era un fémur pintado de negro. Me invadieron deseos de saber lo que se escondía tras ella.
Re: Dhampiro Daily I
Rocé la manecilla, un aire de agonía y depresión azotó mi cuerpo, fuera lo que fuere lo que había dentro, no era nada bueno. Me armé de valor y apreté el fémur. La puerta se desplazó unos centímetros hacía atrás y después se fue al lado dejándome paso. Miré que no había nadie y entré en el pasadizo. Había un insoportable olor a humedad, se escuchaban las goteras y los pasos precisos de las ratas. Agucé la vista para distinguir más detalles, pero no veía nada interesante. El espejo comenzó a calentarse y a brillar, entonces divisé una entrada a una sala amplía e iluminada. Cuando llegué a esta el calor era inaguantable. Retiré el fragmento del espejo de mi piel, pues me quemaba a horrores
-Yo no entraría donde no te importa- Reconocí la seria voz de Jared. Giré la vista hasta hundirme en sus ojos rojos claro
-Lo siento, solo estaba, mirando- Le dije intentando ser amable. Me dirigí por donde había venido. Jared se quedó en la sala, apretando los puños y con la vista fija en el suelo...
-Yo no entraría donde no te importa- Reconocí la seria voz de Jared. Giré la vista hasta hundirme en sus ojos rojos claro
-Lo siento, solo estaba, mirando- Le dije intentando ser amable. Me dirigí por donde había venido. Jared se quedó en la sala, apretando los puños y con la vista fija en el suelo...
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